"Renacer
¡Hasta despertar mil veces!
del mismo sueño
en el que muero"
se prometió a sí misma Lucifernia
antes de partir.
¿Dónde has quedado, Angel?
Te has ido. Pero, esta vez, soy yo quien te despide.
Esta vez, sí. Porque me he dado cuenta de que ya no es tiempo para perderme en tu nebulosa. Bajo tu égida he conocido Cielos, pero el descenso es siempre al mismo Infierno de tristes cantos de calandria. Oh Dios, me pregunto por qué te envió a tí. Lo admito, eras... Eras un espectáculo bonito de ver, pero no me basta... No me basta contigo hoy. Ya nadie compra tu mentira.
Me siento limpia ¿Te das cuenta, ángel? Limpia de tus tóxicas influencias. Con los pies en esta tierra, pero no lo suficientemente cuerda como para olvidarme de mi Cielo. Y ahí estás, asique ten cuidado. Porque, lo más probable, es que nos veamos a menudo. Tienes esa dulce manía de mostrarme placeres y hundirlos en mi carne... Me seduces, ángel. Pero me conviertes en un ave de carroña.
Ya no lo harás. Porque ahora me siento libre. Sin necesidad de mentiras que me permitan abrir las alas en jaulas de rencor y de odio. Mis alas, ésas alas que fueron las tuyas por tanto tiempo. Más débiles y costosas, pero mías esta vez... Porque ésta vez, ángel, yo te despido.
Ángel precioso pero tan maligno, salúdame desde tu Infierno de obsesiones e impaciencia. Yo ya no estoy ahí. Yo estoy aquí, aquí contra esto. Solapada en estas letras, inmiscuida en esta realidad: que no es la tuya, ángel. Sé que un día lo entenderás. Y me saludarás desde tu escenario de angustia y desesperación dónde siempre he sido la reina, donde siempre he sido tu mayor pasión.
Tal vez seas una semilla ¿no? Las semillas... Hay de tantos tipos. Es bonito pensar que quizás seas una y hay tantas maneras de entender lo que pueda salir de ti. Y eso me esperanza. Una semilla que caerá en algún campo fértil al que el viento te traslade. Lejos mío, siempre (es obvio)
Y si alguna vez creces y eres cultivado con tanto amor como el que yo no te pude dar... quizás vuelva a verte. Y tal vez ya no me duelas.
Me despido de tu delineado de ojos corroído por lágrimas, de tus vestimentas andrajosas y celestiales, le digo adiós a tus inventos y a tus carcajadas, a tus noches, a tus amores, a tus milagros de mediodía. me reiré mañana de cuántas veces te encontré en el mismo bar con la misma patética sonrisa, y por Dios, qué bien te veías... Confundías a cualquier iluso o desdichado porque le enseñabas su propia miseria pero maquillada de frialdad y de amor lejano. Me dueles aún, aún le dueles a todos. Y es que parece que nunca vas a irte completamente.
Me queda algo de tí todavía. Tus ojos. No he podido quitarme esta mirada.
¿Qué nos queda sin tí, ángel? ¿Qué soy ahora?
¿La Lejana?
¿La Inalcanzable?
¿La que escribe?
¿La que se lee?
Volveremos a vernos ¿Verdad, ángel?
Yo siempre te tuve a mi lado, desde que nací hasta hoy. ¿Será que tu partida es una muerte? ¿La mía? Y esta tristeza, un duelo.
Sabes, no recuerdo la primera vez que te vi. Quizás porque siempre estuviste allí, incluso mucho antes de que yo llegara a este mundo.
Y cuando llegué, me besaste tiernamente, me enamoraste e hiciste que me enamorara perdidamente de ti. Te necesité siempre porque tenerte me permitía no crecer. Lograste un cometido: no he crecido. Aún soy la anciana que recitaba poemas en mi niñez, ahora soy la niña que se avejenta en los recuerdos de anteayer. No he crecido. Interpreto todo esto como una especie de crisis de ausencia, mientras tu... Tú, ángel alicaído, has hecho todo lo que yo he hecho, y yo he hecho todo lo que tú has ordenado... pero no es preciso hablar de mi "yo" porque eso no era ser... Esa eras tu. Marasmo de nostalgia y euforia.
Y ya no soy tu. Porque hoy te despido definitivamente. ¡Te destierro! Condenada al ostracismo, porque te has buscado eso.
Y tal vez no es el mejor trato ni el que verdaderamente mereces, porque repito que has logrado un cometido: has impedido que crezca. Me has dejado todos estos años invadida de fantasmas y recorriendo laberintos para llegar hoy a este día y despertar. Has hecho un buen trabajo, he despertado con más ganas de soñar y más ansias de conquista.
¿Ha oído Dios finalmente mis plegarias?
¿Me reconoce en su Gloria?
No me importa, ángel. Porque tengo un rumbo más allá del tuyo. En el que soy plenamente responsable de mis actos y feliz en cada una de mis elecciones.
Te amo, Ángel, dormiré todas las noches recordándote.
N.