“Niña, adolescente, los libros me salvaron de la desesperación; eso me ha persuadido de que la cultura es el más alto de los valores, y no logro considerar esta convicción con mirada crítica.”

jueves, 21 de mayo de 2009

Hay que admitirlo... da algo de vértigo. Cómo pasa el tiempo, cómo se suceden los hechos, cómo se yuxtaponen los deseos al recuerdo... la gente, los obstáculos, las metas. La semilla y su fruto no difieren tanto... al menos la esencia, es siempre la misma. Yo soy la misma de siempre, pero a la vez diversa, pero a la vez distinta, pero a la vez...

Pasado, presente, futuro...
Abstracción pura. El tiempo... ¿acaso importa?

Da la impresión, al mirar hacia atrás, que un velo gris traslúcido recubre las viejas experiencias. No puedo evitar recordar, siempre. No se me da bien olvidar, y estoy feliz con eso. Sí, en cambio, puedo superponerme a las cosas, puedo sobrellevar el dolor, pero no olvidar...

Es difícil recordar lo que uno es en esencia, siempre, y evitar perderse. Construir la identidad propia lleva, a veces, toda la vida. Sin embargo yo siempre supe quién era y qué quería, en la mayoría de los casos... La clave para evitar ese vértigo tan humano frente al abismo de lo abstracto y de uno mismo es mantener la centralidad, es no olvidar el camino que uno está siguiendo. Uno nunca está solo, siempre está en compañía de uno mismo.

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