“Niña, adolescente, los libros me salvaron de la desesperación; eso me ha persuadido de que la cultura es el más alto de los valores, y no logro considerar esta convicción con mirada crítica.”

jueves, 11 de diciembre de 2008

Lovely Day

El hombre camina, con un gesto taciturno, ocultando su rostro bajo el ala del sombrero negro que combinaba con el traje de marca. Camina lento y despacio, como no llendo a ningún lado, incluso mira hacia abajo, pero parece muy seguro de lo que hace. Sabe adónde va, sabe exactamente adónde. Simplemente, no le importa observar los detalles del mundo exterior. En este momento solamente camina, no piensa en nada, camina. ya habrá tiempo para que se agolpen los pensamientos, para que se debatan los sentimientos.
Ella lo espera. La mujer está sentada en un banco común corriente de una plaza común y corriente. Con un insulso vestido que no es de marca, que tapa un cuerpo bonito, quizás lo tapa demasiado. Un gesto de impaciencia, una mirada furtiva al reloj de mano. No llega, no llega. Son demasiado lentos sus pasos. ¿Se habrá perdido? No. El nunca se pierde. Seguramente estará llegando, seguramente viene en camino.
Cuando el está por doblar la esquina, para encontrarse con la plaza y ver a la mujer que lo espera, se detiene. No ha levantado su rostro para despejar al mundo su mirada dudosa. Algo lo detiene. Hay un enorme STOP, no es visible, está en su alma. Se siente vil, se siente amargo. Se siente viejo y sin fuerzas. Ha estado ahí, siempre ha estado allí. Pero el sabe que si reúne las fuerzas y llega hasta ella, lo demás se irá desde el momento en que ella lo salude con ese gesto simpatico, casi nervioso, y una sonrisa disimulada.
Estela nota que se tarda demasiado. Se levanta del banco con lágrimas en los ojos. Se decide a irse, no va a dejar que aquél lobo estepario juegue con ella. Y en el momento en que se está yendo, caminando rápido con miedo a arrepentirse, se chocá con un hombre robusto y alto. Mira sus zapatos, son negros y alargados. Cuando levanta la cabeza ve sólo su sonrisa de costado, los ojos aún no los ha visto bien ya que los cubre el ala del sombrero.
- ¿Te estabas yendo?
- Si... Pensé que usted no venía, tardó demasiado.
- Disculpame, niña, estaba atrapado en un... embotellamiento
-No tiene auto
-Un embotellamiento de dudas, niña, nada más...
Caminan juntos. Estela no quiere mirarlo, aún siente pudor. El no se ha quitado el sombrero, no hay demasiado sol ni hay demasiada gente en la calle. Empieza a nublarse.
Llegan a un café y entran. Se sientan en el fondo pero pegados a una ventanita.
El la mira. Ella se ruboriza. Aquél hombre la desviste mirándola. Estela parece impacientarse, son embargo no se molesta. Así, en silencio están. Pero parece que, finalmente, él romperá el hielo.
- Me voy a sacar el sombrero... es ridículo tenerlo puesto aún.
- Déjatelo si te incomoda la...
- No no, niña. Está bien. No me molesta. - y añade sonriendo - por fin dejaste de tratarme de usted.
- No lo noté, disculpe.
Se quita el sombrero y la mira directo a los ojos. Sus ojos azulados, su mirada rasgada, la intensa cicatriz que atraviesa en diagonal sus ojos y su frente. Aquel recuerdo que duele, aquella mueca de dolor. Piden dos tazas de café para entibiar la frialdad de los gestos. De pronto un abismo, de pronto una distancia, hacía falta de nuevo acercarse.
- Ya sé que aún me tienes miedo, niña. Pero no digas que no me quieres, porque hoy casi lloras por no verme. niña...
- Es que tardaba demasiado, señor. No era su presencia, era la poca gentileza. Tanto pasé para un simple encuentro con usted, que me parecía estar malogrando mi propia salud mental en favor de una ilusión...
- Una ilusión ya malograda...
- ¡Pero una ilusión al fin! y una a la que me aferré por demasiados años...
- Te Amo, Estela
Se detuvo el tiempo. Estela lo miró a los ojos, sin miedo, sin escrúpulos, sin nada más que con sus ojos. Tantos años por escuchar esas palabras. Las guerras, los desaparecidos, los peligros, los desamores, las idas y vueltas. En el medio hubo otras historias, hubo otros matrimonios, hubo hijos y familias enteras. A esta altura de su vida era todo lo que habia deseado escuchar. En realidad, siempre.

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