"El peor analfabeto es el analfabeto político. No oye, no habla, no participa de los acontecimientos políticos. No sabe que el costo de la vida, el precio de los frijoles, del pan, de la harina, del vestido, del zapato y de los remedios, dependen de decisiones políticas. El analfabeto político es tan burro que se enorgullece y ensancha el pecho diciendo que odia la política. No sabe que de su ignorancia política nace la prostituta, el menor abandonado y el peor de todos los bandidos que es el político corrupto, mequetrefe y lacayo de las empresas nacionales y multinacionales."
Bertolt Brecht
LA MUERTE DE EZEQUIEL EN MANOS DE UNA EMPRESA ESCLAVISTA NO PASARÁ DESAPERCIBIDA.
¿Cómo se cambia esta realidad, ésta realidad que se llevó a Ezequiel? ¿Cómo hacemos que haya Justicia, que se muevan los de arriba y se activen los de abajo?
La respuesta está en los militantes. En sus manos, en su mente, en su espíritu. La sangre más roja y el alma más compungida debe ser la del militante al sentir una injusticia, al mirar con enojo cómo se suceden uno detrás de otro los miembros de la Gran Indiferencia, de la Gran Costumbre.
Porque es esa indiferencia la que se cobra vidas y no las devolverá jamás.
Es esa costumbre de mirar a otro lado y racionalizar la conducta para evitar el dolor o la angustia de que esta realidad que tenemos no es la buena para todos, no es la justa, no es la que nos debemos.
Nos enfilamos, como en un ejército de zombis, todos los días, nosotros, todos los trabajadores, todos los seres humanos que ya casi no tenemos tiempo de entender qué sucede y por qué pasa lo que pasa.
Ni hablar si al llegar a nuestra casa encendemos la televisión: ¿cómo entender todo en flash informativos de quince minutos? ¿Con qué ganas armar un debate para aportar soluciones? Si desde pequeños nos enseñan que debemos preocuparnos solo por nosotros, terminar la escuela, estudiar, trabajar, tener familia… Y nadie nos habla de entender la problemática social y dar aportes y no convertirnos en individuos sino en personas, en compañeros. Acostumbrados a delegar, a referirnos a la política como “con lo que lucran los de arriba” no nos damos cuenta que todo es construcción social porque “ellos” están ahí porque alguien los puso ahí: y las cúpulas no hacen más que reflejar el estado de sus bases, desde sus logros hasta sus contradicciones y hasta sus más gravísimos errores.
Pero no basta con ir periódicamente a votar ni con cumplir diariamente nuestra dosis de Solidaridad al compadecernos por el niño que pide monedas en el tren. La respuesta está en todos, pero el militante sobretodo tiene una doble responsabilidad: la de dar el ejemplo y empaparse de acciones que evidencien que el cambio se puede y los logros se hacen cuando salimos de la discursiva y nos metemos de lleno en la realidad que tenemos (no la de la tele, no la del individuo y sus propios problemas relativos a su carrera, laburo, a él solo y a sí mismo) aquella que sólo desde dentro y con mucha fuerza se puede revolucionar. Marx dijo que el rol de la filosofía no es únicamente interpretar, sinoTRANSFORMAR LA REALIDAD. No somos diferentes al pobre que muere solo en la calle, no somos distintos al niño que muere víctima de trabajo esclavo, ni al jubilado que se resigna y que no entiende. MIENTRAS HAYA UN NIÑO TRABAJANDO COMO ESCLAVO, UNA MADRE QUE SE MUERE DE HAMBRE Y NO SABE CÓMO AYUDAR A SUS HIJOS, UN COMPAÑERO FALLECIDO EN MANOS DE ASESINOS PROTEGIDOS POR EL GOBIERNO, NOSOTROS SOMOS TAN ESCLAVOS, TAN HAMBRIENTOS, Y TAN LASTIMADOS COMO ELLOS. SÓLO SOMOS LIBRES EN LA MEDIDA EN QUE EL OTRO LO ES.Somos lo que de nosotros hacemos y sólo podemos ser libres si luchamos por la liberación, dijo el Che. La respuesta, en su formato puro y activo, está sobretodo en el militante: un militante que no sólo asiste a reuniones o hace propaganda de sus opiniones, sino ese que se embarra y se ensucia y no tiene miedo de transmitir con la voz y el cuerpo en lo que cree para hacer unión y hacer fuerza.¿Por qué no subir a un colectivo y hablar con la gente? ¿Por qué no compartir la vereda con vecinos y compañeros para sacar a la calle los debates políticos? ¿Por qué no democratizar la política, hacerla de todos, hacerla nuestra? Militante es ése que mira al nene de la calle y quiere ayudarlo y aportar para que cambie su situación y la de todos los que están en esa situación; aquél que le duele como si fuese la propia la muerte de un compañero en manos de la burocracia sindical; ése que detesta y no tolera que en un país que puede tranquilamente alimentar a otros tantos países, tenga desnutridos; ése que no se resigna a que los que duermen en las veredas sean como baldosas, meros agregados de art nouveau en las ciudades más cosmopolitas. Es menester entenderlo y actuar ya en consecuencia: Todos nuestros grandes males podrían erradicarse más y mejor con la mirada atenta y crítica de los habitantes del mundo, de los ciudadanos, de los compañeros. La respuesta está ahí, en el corazón de los militantes, en la habilidad que tengan para sentir el hambre del que pasa hambre, el dolor del que sufre, la angustia del que no entiende, el miedo de los que quieren resignarse porque ya no saben para dónde ir: aunque no pasemos ese hambre, ni ese miedo, ni ese dolor (y en verdad, en un sistema donde las decisiones de la mayoría las toma una minoría y en beneficio de su propio pellejo, nunca sabemos cuándo nos puede tocar). El militante, el Socialista Auténtico, no tiene más que recuperar su humanidad y evitar que se pierda, que se la quiten, y transmitirla y elaborarla. Que no se enajene, que no la vendan como una mercancía más. Tener la habilidad de llorar con lágrimas rojas cada injusticia que tenga delante u oculta pero que sienta y frente a la cual deba actuar, deba hacer algo. La respuesta la tiene el militante. Allí están, en su labor, en su ser. La revolución está ahí: en cada esperanza que se salva, en cada esperanza que se cultiva, decir como la canción “Y aunque el cuerpo se me muera: tendré la edad verdadera DEL NIÑO QUE HE LIBERADO” en cada acción que se emprende, en cada victoria y en cada derrota pero en todos los casos en la total entrega al ideal y al otro, es por el otro mucho más que por uno la razón por la cual se pelea. Esa humanidad, esa sensibilidad, todos la tenemos, pero muchos la han perdido porque el sistema bajo el cual vivimos no favorece su cultivo sino más bien su pérdida (un hombre que se conmueve no es tan “eficiente” como el que no, un inmigrante que conoce sus derechos no genera tanto trabajo como el que no y permite su explotación y opresión continua). El hecho de que nuestro trabajo sea el de base, el de abajo, el del contacto entre compañeros y casi nunca de traje y en la tele, no nos hace menos importantes ni nos hace invisibles: yo digo que la respuesta está en el militante, en su organización, en su labor continua, en su amor. El Che nos dijo que si somos capaces de sentir horror ante una injusticia, entonces somos compañeros: y es eso lo más importante. Eva Perón sostuvo que allí donde hay una necesidad nace un Derecho. Mariano moreno afirmó que si un pueblo no conoce lo que vale, lo que puede, lo que debe, cambiaremos de tiranos pero no destruiremos la tiranía. La respuesta está ahí entonces, en el militante. Más fuerzas que nunca, entonces. Tengamos siempre iniciativas sociales. Salgamos a la calle y miremos y entendamos que todavía hay gente sin vivienda, que todavía hay pibes muertos de hambre, y lo peor aún: todavía hay mucha gente que no corre con esa misma “suerte” y no hace nada para cambiarlo. Si no luchamos, somos cómplices. Sacar todo lo rojo a las calles, sacar todo el dolor de esa inmensa cantidad de gente que sufre a los rostros de todos, no nos maquillemos la bronca ni vistamos nuestros cuerpos enfervorizados con la moda fría del hoy: Gritémoslo, transpirémoslo, vivámoslo, sintámoslo. No perdamos ni un segundo en entender que la Revolución comienza allí. Entonces el de la calle entenderá que no está solo, se parará y lo ayudaremos a caminar. Entonces los chicos que piden en el tren cultivarán de nuevo la esperanza de que así no tiene que ser y de que hay gente que cree en cambiar eso. Entonces haremos entender a todos que la política no es un negocio, es una construcción que está en nuestras manos, que la historia de uno no puede entenderse sin entender la de todos, que no podemos actuar y vivir sin actuar y vivir de acuerdo a lo que la realidad exhibe y la necesidad que denuncia. No podemos seguir comprando la mentira de que todo estará bien mientras cada cual siga su camino, y mágicamente todo eso articulará en el bien común. El bien común no es un mero ítem de un discurso político, se hace todos los días con la labor colectiva. ¿Dónde está la mano invisible cuando miles mueren a diario en la más terrible de las indigencias, en el más terrible de los hambres, porque todo eso se puede evitar? ¿Dónde está la gente unida y gritando para denunciar que senos fue la vida de un niño de seis años porque trabajaba esclavizado? ¿Dónde está la Justicia cuando se asesina a un militante comprometido? ¿Dónde está la Educación, la Salud, la Verdad? Está donde nosotros estemos, donde se cultive la conciencia, y donde el militante lleve en su lucha hasta el último rincón del país la necesidad de dar respuesta a todo esto y no solamente desde una cúpula, desde una reunión, desde un festejo: la respuesta está en la militancia diaria, en el compromiso verdadero, es ése el único que vale y en honor a todos los que sangran todos los días por la indiferencia de tantos…
Unidad y Organización, la Revolución la hacemos todos los días.
N.