“Niña, adolescente, los libros me salvaron de la desesperación; eso me ha persuadido de que la cultura es el más alto de los valores, y no logro considerar esta convicción con mirada crítica.”

domingo, 23 de enero de 2011





"Porque el hombre es trascendencia, jamás podrá imaginar un paraíso. El paraíso es el reposo, la trascendencia negada, un estado de cosas ya dado, sin posible superación. Pero en ese caso ¿qué haremos?, Para que el aire sea respirable tendrá que dejar paso a las acciones, a los deseos, que a su vez tenemos que superar: tendrá que dejar de ser paraíso. La belleza de la tierra prometida es que ella prometía nuevas promesas. Los paraísos inmóviles no pueden prometer más que un eterno aburrimiento (...)

Si Dios es la infinitud y la plenitud del ser, no hay distancia entre su proyecto y su ser realidad, su voluntad es el fundamento inmóvil de su ser. Lo que quiere se hace, quiere cuanto es... Tal Dios no es una persona singular, es el universal, el todo inmutable y eterno. Y lo universal es silencioso... La perfección de su ser no deja ningún lugar al hombre porque el hombre no podría trascenderse en Dios si Dios ya está todo entero dado. En tal caso el hombre no es más que un accidente indiferente a la realidad del ser; está en la tierra como un explorador perdido en el desierto; puede ir a la derecha o a la izquierda, puede ir a donde quiera; jamás irá a ningún lugar y la arena cubrirá sus huellas. "


Simone de Beauvoir
Pirro y Cineas (1944)


Sí, bueno, a mí me cuesta tolerar los paraísos. Por eso mil veces prefiero entender la tristeza antes que fallecer en la gloria de mi propia felicidad. Pero necesitamos el balance que nos impida perder el eje de lo que somos.

Uno aspira a ellos (a los parísos) como aspira a la utopía, a la frontera, al horizonte. Nos ayudan a perseguir la meta y a realizarnos con el camino. Porque profundizando en la esperanza uno entiende que jamás tocará el Cielo con las manos, pero forma parte del "Ser" humano el aspirar perpetuamente a la plenitud, a la infinitud, conociendo que su naturaleza de por sí lo hace ser lo contrario. Qué terrible la conciencia, que le ha permitido a mujeres y hombres entender que van a morir. Una vez que uno comprende que un día dejará de Sentir, dejará de Ser, entiende que esa experiencia que refleja su paso por la vida un día no será nada, lo reducirá a lo incomprensible, al olvido, a lo que jamás fue. Entonces inventa el dominio de lo que pasará después, que Dios y que el Cielo, que no son más que el mismo humano intentando ser de una vez por todas. La trascendencia parece ser la respuesta, sólo trascendiendo encuentro refugio a la soledad que me genera el entender que no soy nada. No soy una mierda, mañana puedo morir, mañana moriré, y es decir ¡Ya estoy muerto!. Trascender. No es más que impregnar la vida del otro. Al menos los otros ego-poder tendrán noticia de mi propio ego-poder.

Yo conozco una sola manera de trascender, haciendo que otros también lo hagan, y en ese etorno ejercicio de acciones y consecuencias, se produce ése sostén que debería ser el que permita funcionar a esta sociedad alienada.



N.

2 comentarios:

Claudio Ariño dijo...

Vida y muerte son dos partes de un mismo fenómeno.
Tal vez, como postulaba Benedetti, la vida es un paréntesis entre dos muertes.
Besos

Gabo Rossini dijo...

Bueno, a ver. La trascendencia es algo importante, desde ya. Es, quizás, la forma más efectiva (y por qué no la única) de nunca morir.

La muerte (y el miedo que el ser humano siente por ella) es algo que está presente en cada esquina, en cada barrio, en cada mueca, en cada pensamiento... la muerte es algo inherente a la vida. No hablaríamos de una vida, si acaso no existiera su contraparte. Esta disyuntiva es una representación más del eterno malestar existencial y conceptual del ser humano. O es blanco o es negro, o es peronista o es radical, o es bueno o es malo. El humano se dirime, aquí y en la China, en el parafraseo del antagonismo eterno. Vida o muerte.

La cosa es que, de una forma u otra (creo yo), uno se la termina rebuscando para trascender, para ir más allá de las barreras culturales y sociales. Uno busca en el interior de su ser las respuestas a los problemas de la realidad exterior (que existe y te caga a palos) y por otro lado busca percibir los estímulos externos para desarrollar una respuesta en consecuencia. Acá, otra disyuntiva. Y pareciera que hablara de expresionismo e impresionismo, respectivamente. Pero no es más que un comentario al pie de nota para llamar un poco la atención y ponerle un poco de jugo de limón (ese cítrico tan ácido) a lo que intento decir que, debo admitir, no sé muy bien qué catso es, y seguramente eso sea mejor que saber lo que quiero decir.

Pero es así como vos decís, amor mío. Y ninguno se halla en el paraíso. "El lujo es vulgaridad", y el paraíso para el lujo de la muerte que se convierte en una nueva antesala de la vida. El infierno es éste y está encantador ésta noche, junto a vos...

G.-

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