caminamos por las calles adentradas del suburbio
calles intoxicadas por dilemas de antaño,
sujetando (enredándose las manos) las semillas del diente de león,
arañando (dime si no) las paredes del exilio.
El aroma a forastero que emanas
es el hedor de los prisioneros
(rotas las cadenas, la serenidad del entierro)
piloteamos los milagros de la entrega sin-pre-condiciones
y casi nos quemamos las pestañas de tanto mirar al sol
las manchas del pasado quebrantando la razón
la fotografía estereoscópica del futuro, y qué se yo
y qué se yo de lo que sigue,
si caminamos juntos no hay más camino
no hay más camino, solo dos,
sólo uno, uno más uno,
y el exilio es el pasaje oscurantista hacia la luz.
2 comentarios:
La embotelladora de refrescos contiene grandes cantidades del valorado líquido y los envases ya llenos salen para que éste sea bebido pero la satisfacción más grande que estos pudieran conceder consiste, creo yo, en que dos se pudieran distinguir, uno del otro, aún cuando la sola diferencia sea un imperceptible grado de dulzura o la fecha en que se moldearon. Juntos no habría camino para andar, serían destino, el uno del otro.
Exiliarse de la vida, para buscar vida.
Un Saludo
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