La paradoja es que estos hombres, a los que Platón alude como óptimos para la tarea de gobernar, son los menos interesados en gobernar: porque no tienen ambiciones personales, razón de corrupción en los otros. En cambio, los que sólo ven lo superficial, sí quieren y pretenden el gobierno: éstos no son los aptos, en modo alguno excelsos, por el contrario aspiran a un beneficio personal y esa competitividad guiada por principios muy lejanos a los de la Idea rectora del Bien los destruirá, y con ello, destruirá a la ciudad.
Cuando descubro lo muchísimo que amo a la Filosofía, lo más cuerdo sería dedicarme de lleno a ella. Cuerdo ¿Según quién? Rousseau hablaba de los juicios de valor, aquellos que generaron la mala socialización del hombre a causa de que perpetuaron las desigualdades. A mí no me gustan las casillas, la verdad que nunca fui fácil de encasillar (y pretendiendo huír de cualquier cadena que me atara a un único destino, imberbe, estùpido, egoísta, convencional, conservador, es que viví corriendo e intentando atisbar un grado de fortaleza y de educación que me permitiera encontrar lo que en realidad todos buscan). Paradójicamente a lo dicho entre paréntesis, que no es entre paréntesis porque lo he gritado a viva voz, estudio Abogacía. Abogacía, Leyes. Poder Judicial. Resabios de nobleza que ninguna Revolución terminó por acabar. ¿Por qué, N? ¿Será que sos contradictoria?
Yo no soy yo. Soy los otros. Creo que ninguno es lo que es por mérito individual, es ilógica tal cosa ¿Cómo atribuirse a uno una Naturaleza, una prefijación?. Soy la persona a la que veo llorar, soy la mujer a la que siento deprimida, soy la felicidad del injusto y la riqueza de los que no la merecen ¿No produce todo esto en mí una opinión, un juicio, una manera de ser? Que en modo alguno ocurriría de otra manera. Separar a la persona de Ideología es tonto. No existe la neutralidad. Soy la persona que me ve y a la que miro, soy la triste, la infeliz, la injusta y corrupta que se llena los bolsillos mientras otro al costado perece por falta de lo mismo. Esa última es la parte que detesto de mí y que otros quizá vanaglorian por demás, contra la Costumbre habría que luchar para que todos notaran que eso no es bello, no es bello porque es perverso, no es bello porque es deprimente. No es sano. Ésa última porción de ser - reflejo, la que habla mal del género humano, la que reporta la Gran Costumbre, es la que odio. Tiene su razón de ser, pero no por eso es Justa. Justicia. Justitia. Iure.
Por eso me molestaría de manera absoluta el perseguir un fin egoísta. No creo que el hombre persiga naturalmente un fin egoísta, creo que eso existe pero es una costumbre menor relacionada con el principio de auto conservación, relacionada con impulsos y demás. Y a la que se le ha dado demasiado énfasis por ser funcional a un sistema. No creo que el hombre haga algo naturalmente. No creo que la Naturaleza exista. En todo caso es algo demasiado relativo, como el tiempo, como los días, y son simplemente convenciones que pasarán de moda, de paradigmas cambiantes. Construirse una vida en base a una ambición individual es demasiado inútil. Porque la Vida pasa, y ya no quedamos, somos un átomo volátil en la inmensidad de un Universo (en el cual no somos rectores). No queda más que Trascender, no queda más que resignificarse. ¿Por qué puedo yo vivir y no pueden otros hacerlo así? ¿De qué me sirve entender pero que el otro no?. No queda más que arrojarse a la existencia a la que fuimos arrojados y entretejernos un diorama en el cual podamos sujetarnos. No está mal, existen miles de personalidades que se dedican al mero disfrute individual y sólo reparan en sí mismos. Ahora bien, lo que sí está mal es que esas personalidades sean las aclamadas por el resto de las personas de la manera en que lo son... Como si buscasen la Paz, como si nos guiaran hacia algo más, como si perpetuaran un sistema que incluyera la felicidad de todos. ¿Dónde queda el Docente, dónde el Alumno, dónde el Político? Condenados a ser la espuria, costumbre inveterada.
La verdad es que yo condeno a la gran cantidad de Intelectuales que vociferan verdades desde el Limbo, desde la Torre de Marfil. Son excelentes, los adoro, los leo, los he seguido. Pero no quiero ser una mera intelectual, que desde lo Alto mira con desdén a los que no la saben leer. Para eso ya hay demasiados, yo en cambio prefiero sacar a la calle lo que no se supone debería estar encerrado en exposiciones privadas. Si la Filosofía, si el Derecho, si lá Política, si el Arte, no se pueden transmitir a las masas de modo que estas comprendan lo que ocurre y la razón por la cual sus inquietudes son en realidad problemas estructurales... Entonces, no sirven. No me gustaría continuar leyendo a Sartre en el mismo vagón de tren, donde un niño me pregunta si tengo una moneda, y claramente no le interesa el existencialismo: sino comer. ¿Cómo cubro mi ansia de conocer con su ansia de cubrir sus necesidades básicas, su derecho? Porque mi existencia y la de él deben conciliarse, deben sentirse, deben ser parte del terreno que recorren juntos pero sín saberlo. Qué Soledad siento cada vez que una personita así se me acerca. Qué Soledad, porque únicamente nos acercan los sentidos. Él no me entiende, y yo no lo entiendo. Él no me ve, me mira al costado, arriba, abajo, no a mí. Y por mas que lo desee no lo puedo abrazar, ni acoger con calor. Entonces no puedo continuar leyendo, me duele, hasta no entiendo. Quiero enseñar Filosofía, quiero estudiar, profundamente, pero necesito sacar a ese niño de la calle. Y recuperar la casa que nos quitaron. Y no permitir que sigan engañando a más gente. Eso es luchar contra la Gran Costumbre, es terrible que el que duerme en la calle sea un elemento más del paisaje urbano que ya no les genera deseos de llorar, a todos los demás. Uno se acostumbra, uno resiste. Qué terrible ese poder de adaptación que nos permite todo tolerarlo. Es que debería emplearse mejor, esta no es la vía!. A mí, sí. A mí me molesta, yo no renuncio. Entonces, seré Abogada (pero no para reproducir un aparato burocrático injusto, brazo mismo del crimen que se supone debería combatir)
La Ley, ¿Qué es? No es lo que dictan los medios, no son esos fallos de la Corte. Se supone que es la representación del alma cívica, el reflejo de una volonté. Qué lejos quedó el concepto de ley como inherente a la calidad de ser, ethos social.
¿Desde cuándo uno debe ser simplemente lo que quiere ser y no lo que es necesario que sea?. Entonces, a Platón le contesto: No. Los aptos para el gobierno, no quieren dedicarse a él. No. Yo sí quiero, yo sí puedo, yo sí me arriesgo a tomar esa potestad. Lo que no me aleja de la Filosofía, ni de las Letras, ni de mis pasiones. Puedo estudiar paralelamente, puedo ser autodidacta, puedo antes o después. La mujer está dotada de una increíble habilidad para proseguir varios fines de manera simultánea y hasta ventajosa. He visto a mi madre hacer todos los quehaceres del hogar, criar cinco hijos, atender a un esposo exigente, visitar familiares y amigas, y aún sobrarle tiempo para tejer y reflexionar. Mamá no lo ve, pero es increíblemente capaz. Papá la condena a un segundo lugar, a un no lugar, a no tener lugar. No me agrada su patriarcalismo, como no me agradó que a los nueve años me dijera que nunca iba a poder ser la respuesta a los grandes problemas de la sociedad, que jamás sería lo que el país necesita. No se equivocó: yo, en sí, no lo soy; lo es el Ideal, lo es algo muchísimo más grande que yo misma, la Trascendencia. Qué hermosa palabra. No hablo de grandes honores, no hablo de que la gente me alabe. La Trascendencia le quita mediocridad a la vida, al absurdo. Es un legado. Y como esta vida no me interesa para placeres egoístas exasperados, prefieron trascender. Sí, papá, un día lo voy a hacer, y entiendo que esa crítica dolorosa fue en realidad un fruto de una enorme tristeza: ésa que te obligó a dejar tu país de origen y venir a pelearla en un círculo de depredadores que fue donde creciste. Yo no soy así. Mi fin es algo más noble que el de los políticos de cotillón.
Entonces me cuesta entender a la gente, siendo que en realidad la entiendo por demás muchas veces. No puedo mirar televisión, ni mirar a la gente de la calle, sin tener la extraña sensación de que hay un letargo del que aún no son sacudidos. Tal vez, tal vez lo imagine. Pero no, me rehúso a creer eso. Me rehúso a sentir que mis alumnos cada vez entienden menos que exista tal disparidad entre el heroísmo de héroes históricos y la realidad. ¿Qué es la realidad? Es lo que construimos nosotros ¿Qué construimos nosotros? Hoy: Nada. Las pautas las está fijando el sistema, este Frankestein que se nos escapó de las manos. Eso no es progreso.
Qué palabras torpes, tontas, para expresar algo mucho más intenso.
Entonces. Si mañana muero, qué pasará? Nada. Lo habré intentando. Equivale a morir esto de vivir persiguiendo lo vano.
Los otros nos definen. Sin duda. Yo no soy yo, soy ellos. Ellos articulados de manera tal que acabo por ser esto. Articulados en un yo particular pero que no es pasible de comprenderse si no entiende, primero, a todos los que lo rodean. Es cierto, un poco de Imaginación Sociológica, por favor.
Siempre mucho para decir, y con pobres combinaciones de palabras pero que emanan con enorme fuerza de lo más profundo de mí, es menester difundir ese Manifiesto de mi Náusea, ése principio que me guía. No es Dios, porque no existe. No soy Yo, porque "yo" es artificial. Es la Trascendencia, materializada en un Ideal palpable. El rescate de esa niña que sigue sufriendo por el dolor y por lo injusto. No hay que matar esa sensibilidad que nos hace humanos, por el contrario, rescatarla!
Y todavía me queda tanto más por decir.
N.
1 comentario:
La Trascendencia es algo que va más allá de la razón humana. Es algo que se siente. Alguna vez, todos los que efectivamente trascendieron, tuvieron que haber pensado en "bueno, esto lo hago por esto y por lo otro; espero que vaya más allá de este círculo, que salga de esta cúspide metálica color cobre y se libere ante las mentes y bla bla"...Ahora bien, esot no quiere decir que todos los que piensen en eso hayan logrado trascender.
Asimismo, la trascendencia nos permite resignificar el pasado, darle un giro de tuerca, ver situaciones que en ese momento no pudimos ver o dilucidar y que ahora se nos presentan claras y concretas, tangibles, si se quiere.
Por otro lado, que todavía haya personas que piensen, actúen y escriban así, es más que alentador. Y por el simple (aunque nauseabundo) hecho de existir y, en consecuencia, ser, uno trasciende. Esta señorita trasciende, porque va más allá de cualquier concepción costumbrista. Va más allá de cualquier sesgo elitista, atraviesa los muros catalizadores de alta alcurnia, trasciende.
Felicitaciones doctora, ya lo ha hecho.
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