Duele porque pasa, pasa y no se detiene, nunca para para preguntar qué nos sucedió un instante atrás.
A mí un instante me cambió la vida. De hecho, un instante me dio la vida, y calculo que en uno acabará mi vida (la muerte no se demora más que eso)
Yo no creo que morir sea la ausencia total de signos vitales. Es la tristeza y es la soledad la única capaz de detener un corazón.
El tiempo no comprende que el hombre es una anacronía, que somos vástagos insurgentes de la revolución horaria.
El tiempo no existe. Es agua escurrida entre las manos. El tiempo no existe, lo que existe es el Alma.
Yo creo en el alma. El alma es eterna y constante, impalpable pero presente, capaz de manifestarse en momentos claros: el primer día de trabajo, el amor a primera vista, cuando conocés a tu suegra, al decidir qué vas a hacer de tu vida.
Y encontrar a un ser amado no es más que hallar la contraparte del alma propia en otro cuerpo, ese pedazo que le falta a una y es buscado hasta el hartazgo en cada amague diario de misteriosa existencia.
Y cuando el alma se encuentra, nada es más bello (aunque el tiempo duela, y duela nomás)