¿Y qué estarás haciendo cuando anochece en mi casa? Se duermen las ganas de estirar el día entre los ventanales abiertos. Yo, extrañándote un poco más de la cuenta. Vos, siempre infinito, siempre cercano. El día ha claudicado casi por meros convencionalismos estéticos. Y una Maga desgarbada extrañando a su artista (porque sin él no vive, de su Arte se nutre). Hoy desperté de la siesta con besos para vos dormidos en mis labios, será cuestión de que vengas a desterrarlos de la soledad que los vio nacer.
Porque entre interminables madrugadas amaneciendo juntos en un lugar más lejos de Buenos Aires (más lejano que éste que aquí queda) y días enteros deseando que me amaras, no había otra cosa que más ansiara que mirarte mientras me veías. Yo recuerdo tan bien cuando, al llegar la noche, todo lo que deseaba era que bailaras conmigo (y con nadie más). Las vueltas al hotel en el micro, amore… Y una piba como yo (Era yo la misma que soñó jamás con encontrarse siquiera el atisbo de lo que hoy sé atesorar) aferrándose a tus brazos, con aliento a vodka, dibujando un par de letras “N” en el vidrio empañado. Vos no sabías, o quizás lo intuías, que mi alma era como aquel cristal… Que cada tanto, al romperse, producía un estallido descomunal y doloroso, hermoso y reluciente, pero siempre tan gris y húmedo (como la angustia pulverizada en la pleura, que no deja respirar). Llegar al hotel de madrugada era costumbre cotidiana, conversar en el hall con las montañas atrás, atrás el cielo y el viento, atrás todo lo demás, atrás el miedo y la bronca de los otros, porque hasta el tiempo parecía congelado y los instantes que se nos derramaban en la alfombra parecían no extinguirse en su propia soledad. Los suspiros, las caricias, no escatimábamos en dispensarnos amor. Porque aquella tarde, con una merienda de por medio, tu gorrito gris y mis lamentos (porque en la noche teníamos esa fiesta de disfraces en la que no estaba segura de ir a lucir bien…) no sé bien cómo, pero entre dos medialunas acabé por confesarte un enorme pedazo de mi vida. Yo, la de mirada tenaz y compungida, Vos, el de una ternura infinita y esa calidez abrasadora.
Poco a poco, entre tus sábanas y tus abrazos, yo me iba perdiendo, deshilachando, y a la par descubriendo, reconstruyendo, lo que sería de mí (porque, sin dudas, mi vida empezó allí).
Así me encontré hoy, con lágrimas en los ojos, con tanto amor estallando en las vísceras, cuando me hiciste saber que no es mentira, que los anhelos como barriletes se cargan de energía y de furia en el ojo de la tormenta. Yo creo, desde siempre, que yo te amé mucho antes de conocerte. Vos, que llegaste a mí casi sin saber muy bien cómo, no podés irte de aquí. Nadie te puede matar en mi alma, nadie puede extinguirte en el hálito insurrecto de la tempestad de mi espíritu. Y aunque me sé combativa, la causa que defiendo primero es siempre la nuestra.
Alguien te habrá dicho alguna vez “Sos el principio y el fin de lo que soy” yo puedo decirte, en cambio, que soy mucho más complicada de lo que parece, que la simpleza nunca encontró hogar en mi razón. Acaso un algorítmico crisol de realidades surrealistas (un poco más rara que una naranja mecánica), léase Spinoza y a Rosa Luxemburgo. Pero eso no importa, porque cuando estamos juntos soy todo lo que quiero ser, soy la persona que veo y la que ves, y nada puede estar mal. Hay nubes y bichitos de luz donde creí que ya no había más, hay días y noches enteras concatenadas en las gotas de llovizna. “God is in the rain” dice Portman en Closer. Y puede ser que todavía existan profundos enigmas en mi alma, pero prefiero amarte a todas las verdades científicas
Dime si no… Pero algo así de mágico no puede estar destinado a terminar. Sé que con nosotros yo podría escribir un bello Rayuela, acaso una preciosa ponencia de cómo creemos que el Cielo está sobre nuestras cabezas cuando en realidad está en los ojos de la persona que mira profundo en tu alma. Porque hasta tan tarde te sigo mandando mensajes… Sin importar cuántos, no bastan para explicarte lo que quiero decirte, aunque desagote en cada letra hasta el más ínfimo retazo de la existencia que tanto cambiaste cuando llegaste a mí. No existe mejor manera de decir, que te amé desde el primer instante. Porque, cuando me encontraste, no creía en eso… ¿Amor? Una mentira edulcorada, una pieza de Arte que se vende muy bien, un cadáver maquillado para lucir alguna vez bien. Je tombe d'amour, ya no me suena a pavada. Somos esa tarde enredados en la propia parafernalia y dejándonos elevar por las correntadas de viento en Bariloche. Y es que enamorarme de vos fue el instante en que la ola se rompe en el acantilado, fue el amanecer destilando algo tan perfecto, tan lleno de gloria, de entre todo ese caos… Como sacar oro del fango, entre la ira de los dioses encontramos un paraíso propio.
Porque entre interminables madrugadas amaneciendo juntos en un lugar más lejos de Buenos Aires (más lejano que éste que aquí queda) y días enteros deseando que me amaras, no había otra cosa que más ansiara que mirarte mientras me veías. Yo recuerdo tan bien cuando, al llegar la noche, todo lo que deseaba era que bailaras conmigo (y con nadie más). Las vueltas al hotel en el micro, amore… Y una piba como yo (Era yo la misma que soñó jamás con encontrarse siquiera el atisbo de lo que hoy sé atesorar) aferrándose a tus brazos, con aliento a vodka, dibujando un par de letras “N” en el vidrio empañado. Vos no sabías, o quizás lo intuías, que mi alma era como aquel cristal… Que cada tanto, al romperse, producía un estallido descomunal y doloroso, hermoso y reluciente, pero siempre tan gris y húmedo (como la angustia pulverizada en la pleura, que no deja respirar). Llegar al hotel de madrugada era costumbre cotidiana, conversar en el hall con las montañas atrás, atrás el cielo y el viento, atrás todo lo demás, atrás el miedo y la bronca de los otros, porque hasta el tiempo parecía congelado y los instantes que se nos derramaban en la alfombra parecían no extinguirse en su propia soledad. Los suspiros, las caricias, no escatimábamos en dispensarnos amor. Porque aquella tarde, con una merienda de por medio, tu gorrito gris y mis lamentos (porque en la noche teníamos esa fiesta de disfraces en la que no estaba segura de ir a lucir bien…) no sé bien cómo, pero entre dos medialunas acabé por confesarte un enorme pedazo de mi vida. Yo, la de mirada tenaz y compungida, Vos, el de una ternura infinita y esa calidez abrasadora.
Poco a poco, entre tus sábanas y tus abrazos, yo me iba perdiendo, deshilachando, y a la par descubriendo, reconstruyendo, lo que sería de mí (porque, sin dudas, mi vida empezó allí).
Así me encontré hoy, con lágrimas en los ojos, con tanto amor estallando en las vísceras, cuando me hiciste saber que no es mentira, que los anhelos como barriletes se cargan de energía y de furia en el ojo de la tormenta. Yo creo, desde siempre, que yo te amé mucho antes de conocerte. Vos, que llegaste a mí casi sin saber muy bien cómo, no podés irte de aquí. Nadie te puede matar en mi alma, nadie puede extinguirte en el hálito insurrecto de la tempestad de mi espíritu. Y aunque me sé combativa, la causa que defiendo primero es siempre la nuestra.
Alguien te habrá dicho alguna vez “Sos el principio y el fin de lo que soy” yo puedo decirte, en cambio, que soy mucho más complicada de lo que parece, que la simpleza nunca encontró hogar en mi razón. Acaso un algorítmico crisol de realidades surrealistas (un poco más rara que una naranja mecánica), léase Spinoza y a Rosa Luxemburgo. Pero eso no importa, porque cuando estamos juntos soy todo lo que quiero ser, soy la persona que veo y la que ves, y nada puede estar mal. Hay nubes y bichitos de luz donde creí que ya no había más, hay días y noches enteras concatenadas en las gotas de llovizna. “God is in the rain” dice Portman en Closer. Y puede ser que todavía existan profundos enigmas en mi alma, pero prefiero amarte a todas las verdades científicas
Dime si no… Pero algo así de mágico no puede estar destinado a terminar. Sé que con nosotros yo podría escribir un bello Rayuela, acaso una preciosa ponencia de cómo creemos que el Cielo está sobre nuestras cabezas cuando en realidad está en los ojos de la persona que mira profundo en tu alma. Porque hasta tan tarde te sigo mandando mensajes… Sin importar cuántos, no bastan para explicarte lo que quiero decirte, aunque desagote en cada letra hasta el más ínfimo retazo de la existencia que tanto cambiaste cuando llegaste a mí. No existe mejor manera de decir, que te amé desde el primer instante. Porque, cuando me encontraste, no creía en eso… ¿Amor? Una mentira edulcorada, una pieza de Arte que se vende muy bien, un cadáver maquillado para lucir alguna vez bien. Je tombe d'amour, ya no me suena a pavada. Somos esa tarde enredados en la propia parafernalia y dejándonos elevar por las correntadas de viento en Bariloche. Y es que enamorarme de vos fue el instante en que la ola se rompe en el acantilado, fue el amanecer destilando algo tan perfecto, tan lleno de gloria, de entre todo ese caos… Como sacar oro del fango, entre la ira de los dioses encontramos un paraíso propio.
1 comentario:
Amor, un señuelo del corazon a la vida, para vivir.
Un Saludo
Publicar un comentario