Me di cuenta de que, en el fondo, esas ausencias eran hendiduras. Abruptamente, la humedad ascendía y se esparcía a través de ellas en lo más profundo de mi alma. De pronto, la encontraba gris y enrarecida, acompañada de un semblante compungido. Adolorida, por penas cuasi infantiles, berrinches de otro tiempo, llena de nostalgia y bostezando privilegios del rencor. Me di cuenta, en el fondo, esas ausencias dolían (aunque, la mayor parte del tiempo, el orgullo nos la permitía aflorar)
Será, entonces, que las personas cambian y al cambiar arrastran pedazos de lo que alguna vez fueron. Será que a la par de las desdichas y las alegrías que construyen el sendero, quedan fragmentos y memorias en los subsuelos del mismo. Es cuando uno se para al costado del camino, que revee aquellos propios salpicones de existencia, horadando el pavimento o cultivándose en la tierra (no vaya a ser que la lluvia los lave hasta desteñirlos... y la mayor parte del tiempo, es ésto mismo lo que ocurre... Queda esparcido el añil de lo pasado, pretendemos reinventarnos a partir del mismo)
Ellas me vieron a mí como a una pintura de Delvaux, acaso siempre determinado recelo al acercarse (siempre cautela) al aproximarse a mí. Una muchacha de Delvaux, siempre perdida en su autodescubrimiento, avasallada por mil escarmientos y la hostilidad de un mundo de sofocante aire a imperialismo. Siempre en su pueril aventura de vida, necesitando un rescate para las propias trampas que se tendía. Entonces, N siempre fue la lejana, la inalcanzable, tan estúpidamente fuerte y débil como los huracanes cuando están a punto de desaparecer (absorbidos por su propio trombo). Se ve que hacía tiempo que dejaron de ver en mí, la imágen que yo les quise dar... A mis pequeñas, a mis hermanitas, a mis amigas y cómplices.
Traición cometida por no entender ni compartir, traición transmitida a través de la lejanía y la sorpresa de su partir sin avisar. Alegato de egoísmo y desidia, porque se supone que cuando alguien se va de tu vida (y es éste un ser importante en ella) debe al menos decir adiós... ¿Qué les importa escatimar en dolor?
Será, entonces, que las personas cambian y al cambiar arrastran pedazos de lo que alguna vez fueron. Será que a la par de las desdichas y las alegrías que construyen el sendero, quedan fragmentos y memorias en los subsuelos del mismo. Es cuando uno se para al costado del camino, que revee aquellos propios salpicones de existencia, horadando el pavimento o cultivándose en la tierra (no vaya a ser que la lluvia los lave hasta desteñirlos... y la mayor parte del tiempo, es ésto mismo lo que ocurre... Queda esparcido el añil de lo pasado, pretendemos reinventarnos a partir del mismo)
Ellas me vieron a mí como a una pintura de Delvaux, acaso siempre determinado recelo al acercarse (siempre cautela) al aproximarse a mí. Una muchacha de Delvaux, siempre perdida en su autodescubrimiento, avasallada por mil escarmientos y la hostilidad de un mundo de sofocante aire a imperialismo. Siempre en su pueril aventura de vida, necesitando un rescate para las propias trampas que se tendía. Entonces, N siempre fue la lejana, la inalcanzable, tan estúpidamente fuerte y débil como los huracanes cuando están a punto de desaparecer (absorbidos por su propio trombo). Se ve que hacía tiempo que dejaron de ver en mí, la imágen que yo les quise dar... A mis pequeñas, a mis hermanitas, a mis amigas y cómplices.
Traición cometida por no entender ni compartir, traición transmitida a través de la lejanía y la sorpresa de su partir sin avisar. Alegato de egoísmo y desidia, porque se supone que cuando alguien se va de tu vida (y es éste un ser importante en ella) debe al menos decir adiós... ¿Qué les importa escatimar en dolor?
1 comentario:
Las ausencias producen un dolor diréctamente proporcional a la fuerza del sentimiento q produce en nosotros.
Solo te hece daño la persona q te importa.
Texto q transmite serenidad y fuerza. Mi primera parada. No creo q sea la última.
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