(El gorrito -gris- que tenías puesto, te lo sacaste y me lo pusiste. Fue como flotar entre cincuenta mil dientes de león, en un atardecer con llovizna y sin humedad. Bariloche, cielo despejado, atardecer temprano, fiesta por la noche, el micro y durmiendo juntos... sábanas tuyas, prendas mías, aliento a vodka, fernet y risas... ¿Y quién no goza entre esencias compartidas? Cuando la Soledad se destroza en un ambiente de arrabal romántico)
Desde la primera noche sostuviste mi mano con la tuya. Cómo explicarte, cómo decirlo con palabras sencillas... Verás, no es algo complicado, pero es profundo y capaz de entorpecer mi diálogo. Fue como si nada hubiese cambiado, pero en mí estallaba un big bang...
Creo que me tuviste desde ese momento, sino de antes. Tengo la extraña seguridad de que te amé aún cuando no lo sabía, aún cuando no te imaginaba. Caí en el desconcierto de saberme más tuya que mía, en la misma madrugada que amanecimos juntos y sentí cómo me desparramaba entre tus brazos, de qué forma tomaste todo lo que yo era y había sido hasta entonces para reconvertirlo hasta sentirme renacer. Es que siempre fuiste un artista, y yo era argamasa en tus manos. Sentí que de una u otra forma, eso estaba destinado a ser. Y eso sucedió y continúa sucediendo... Amore mío, hay tantas cosas para recordar ¡Tantos detalles, en verdad! que aquí me pongo escribir, y a veces las palabras me vencen y salen como escupidas en estas hojas que no comprenden el verdadero alcance de mi verdad. Esa verdad, no es otra que vos. Vos sos mi verdad ¿Y acaso se puede mentir con eso?
Es que eres como el amor que nos tenemos, la llovizna en la piel tibia, las almendras en chocolate, el pan con manteca, las lágrimas compartidas (por qué no un tango sonando bajo, mientras el vino rueda por las comisuras)
No sé cuál es el verdadero sonido de mis letras, el poder de mi escritos... Pero se desagota mi alma entre estos renglones y se insufla mi pecho por sentirte conmigo. Je tombe de amour.
Yo recuerdo cada conversación en el hall, cuando llegábamos más temprano en las madrugadas para poder subir al cuarto antes de que llegaran los demás y hacer el amor libremente, bastaba con sentirnos más desnudos que de costumbre.
Recuerdo mi enorme atropello por contestar cada interrogante que me seducía desde su esbozo en tu boca. Y es que dejabas derramando deseo en mi piel como para chorrear más instantes lejos... Yo no pude separarme de vos desde que me diste el primer beso... El tiempo se desfiguró y perdió la conciencia, porque desde entonces siento que te tuve conmigo de siempre y que por siempre te tendré allí.
Mil teorías he concebido, ninguna se ajusta a lo que en verdad sucedió. Había comenzado de antes, tal vez, desde los primeros jodidos indicios de que te gustaba (más bien, te atraías, de seguro eran sólo fantasías, y no pasaba del mero imqaginario de placer hedonista dispensado en viajes de aquel estirpe) Pero resultó ser mucho más... De repente, podiamos conversar, de repente mil maneras de concebir el mundo y un solo deseo por concretar.
No sé en qué momento te miré y dejamos de ser compañeros. Tres años como compañeros, la misma escuela, los mismos educandos compartiendo salón, el mismo curso... Pero hubo un cruce de miradas diferente, hubo un contacto cuasi fantástico, un par de coincidencia estrepitosas, circunstancias, personas, tu amigo diciendo "vení, acá está Natalia" y de pronto tu boca, la mía, rayos de sol, amaneceres, cincuenta mil dientes de león, atardecer con llovizna...
Amore... Amor de mi vida... Qué dolo en el pecho esta noche imaginando que alguna vez podría perderte. ¿Y por qué las pesadillas, los pesares imberbes de que ya no estás conmigo si nunca te fuiste y nunca quiero que te vayas?
Esa noche me tomaste de la cintura, me sostuviste el cuello, me besaste copiosamente. Y tengo el ligero presentimiento de que a nuestros costados podría haber caído una bomba y sin embargo nuestro mundo se reducía al espectáculo de nuestras bocas en sereno combate, pleno deseo.
Nos fuimos y llegamos a la habitación. 221, no me acuerdo de olvidar eso. me quitaste la ropa más lento de loq ue esperaba, parecías retratar cada parte de mi cuerpo en tus retinas. Y yo no podía salir de mi asombro. Éramos vos y yo, en contra de todos los pronósticos. Y me derramé en tu cama, desabroché hasta los botones que encerraban mi alma del miedo que significaba lanzarse así por el precipicio. No podía abandonarte desde el momento mismo en que te imaginé conmigo... Yo creo que desde entonces te supe mí, mío porque no podía tenerte... Y hoy que te tengo te siento parte de mi.
Y pensar que cuando viajábamos en el micro no imaginaba ni de cerca que esto podía suceder... Sabía de ciertas indirectas, pero no te veía como si me fueras a ver, y más de una presencia habían arrojado desesperanza en mí.
tanto miedo tengo, porque te amo tanto...
Yo en ese viaje de ida habia tomado una resolución, porque se había que al volver me esperaría alguien en Buenos Aires. Pero uno no elige enamorarse como elegir detenerse frente a un cartel. Como si el amor no fuera ese rayo que llega a partirte en medio del patio para poner patas para arriba todo lo que creías hasta entonces... Ahí es cuando no hay concepto que valga ni debate que se preste. Olvídate del intelceto y ama con el corazón. Te amo con el corazón, te amo con el alma entregada.
Te amo y aun pierdo la razón, porque en esta noche me quedé con miedo.
N.
Creo que me tuviste desde ese momento, sino de antes. Tengo la extraña seguridad de que te amé aún cuando no lo sabía, aún cuando no te imaginaba. Caí en el desconcierto de saberme más tuya que mía, en la misma madrugada que amanecimos juntos y sentí cómo me desparramaba entre tus brazos, de qué forma tomaste todo lo que yo era y había sido hasta entonces para reconvertirlo hasta sentirme renacer. Es que siempre fuiste un artista, y yo era argamasa en tus manos. Sentí que de una u otra forma, eso estaba destinado a ser. Y eso sucedió y continúa sucediendo... Amore mío, hay tantas cosas para recordar ¡Tantos detalles, en verdad! que aquí me pongo escribir, y a veces las palabras me vencen y salen como escupidas en estas hojas que no comprenden el verdadero alcance de mi verdad. Esa verdad, no es otra que vos. Vos sos mi verdad ¿Y acaso se puede mentir con eso?
Es que eres como el amor que nos tenemos, la llovizna en la piel tibia, las almendras en chocolate, el pan con manteca, las lágrimas compartidas (por qué no un tango sonando bajo, mientras el vino rueda por las comisuras)
No sé cuál es el verdadero sonido de mis letras, el poder de mi escritos... Pero se desagota mi alma entre estos renglones y se insufla mi pecho por sentirte conmigo. Je tombe de amour.
Yo recuerdo cada conversación en el hall, cuando llegábamos más temprano en las madrugadas para poder subir al cuarto antes de que llegaran los demás y hacer el amor libremente, bastaba con sentirnos más desnudos que de costumbre.
Recuerdo mi enorme atropello por contestar cada interrogante que me seducía desde su esbozo en tu boca. Y es que dejabas derramando deseo en mi piel como para chorrear más instantes lejos... Yo no pude separarme de vos desde que me diste el primer beso... El tiempo se desfiguró y perdió la conciencia, porque desde entonces siento que te tuve conmigo de siempre y que por siempre te tendré allí.
Mil teorías he concebido, ninguna se ajusta a lo que en verdad sucedió. Había comenzado de antes, tal vez, desde los primeros jodidos indicios de que te gustaba (más bien, te atraías, de seguro eran sólo fantasías, y no pasaba del mero imqaginario de placer hedonista dispensado en viajes de aquel estirpe) Pero resultó ser mucho más... De repente, podiamos conversar, de repente mil maneras de concebir el mundo y un solo deseo por concretar.
No sé en qué momento te miré y dejamos de ser compañeros. Tres años como compañeros, la misma escuela, los mismos educandos compartiendo salón, el mismo curso... Pero hubo un cruce de miradas diferente, hubo un contacto cuasi fantástico, un par de coincidencia estrepitosas, circunstancias, personas, tu amigo diciendo "vení, acá está Natalia" y de pronto tu boca, la mía, rayos de sol, amaneceres, cincuenta mil dientes de león, atardecer con llovizna...
Amore... Amor de mi vida... Qué dolo en el pecho esta noche imaginando que alguna vez podría perderte. ¿Y por qué las pesadillas, los pesares imberbes de que ya no estás conmigo si nunca te fuiste y nunca quiero que te vayas?
Esa noche me tomaste de la cintura, me sostuviste el cuello, me besaste copiosamente. Y tengo el ligero presentimiento de que a nuestros costados podría haber caído una bomba y sin embargo nuestro mundo se reducía al espectáculo de nuestras bocas en sereno combate, pleno deseo.
Nos fuimos y llegamos a la habitación. 221, no me acuerdo de olvidar eso. me quitaste la ropa más lento de loq ue esperaba, parecías retratar cada parte de mi cuerpo en tus retinas. Y yo no podía salir de mi asombro. Éramos vos y yo, en contra de todos los pronósticos. Y me derramé en tu cama, desabroché hasta los botones que encerraban mi alma del miedo que significaba lanzarse así por el precipicio. No podía abandonarte desde el momento mismo en que te imaginé conmigo... Yo creo que desde entonces te supe mí, mío porque no podía tenerte... Y hoy que te tengo te siento parte de mi.
Y pensar que cuando viajábamos en el micro no imaginaba ni de cerca que esto podía suceder... Sabía de ciertas indirectas, pero no te veía como si me fueras a ver, y más de una presencia habían arrojado desesperanza en mí.
tanto miedo tengo, porque te amo tanto...
Yo en ese viaje de ida habia tomado una resolución, porque se había que al volver me esperaría alguien en Buenos Aires. Pero uno no elige enamorarse como elegir detenerse frente a un cartel. Como si el amor no fuera ese rayo que llega a partirte en medio del patio para poner patas para arriba todo lo que creías hasta entonces... Ahí es cuando no hay concepto que valga ni debate que se preste. Olvídate del intelceto y ama con el corazón. Te amo con el corazón, te amo con el alma entregada.
Te amo y aun pierdo la razón, porque en esta noche me quedé con miedo.
N.