- ¿Sobre qué puedo escribir, Mamá?
- Sobre la Melancolía.
-¿Por qué?
- Es preponderante. Siempre me aparece.
- Eso es abatimiento.
- No, abatida no estoy... La cosa es que... no puedo decir que soy feliz cuando alguien tiene un problema. Cuando me entero que a alguien en la calle le pasa algo, ya me sulfuro. No puedo ser feliz, porque otra persona está triste.
- Mamá...
- ¿Qué, Nati?
- Yo también soy así.
- No sé si es un defecto... Pero, bueno... Yo soy así.
- Sí, mamá, yo también.
No sé qué decirte sobre ella
que no sepas ya,
mujer que caminaste avenidas
de la mano de la ingenuidad,
terca y bondadosa,
ojalá pudiese evitar
que te dolieran los ojos
cuando a escondidas llorás.
Tenaz,
vestida de gloria,
hasta cuando no te alcanza
la misantropía.
Voraz,
engendrado reservas,
hasta cuando no sirve
luchar.
¿Qué te voy a hablar de melancolía,
si me enseñaste a bailar tango de niña,
si nadie parece saber más?
Si saliste a caminar por Corrientes
y viajabas todos los días al pueblito
cuando salías de trabajar.
Te sé hablar del Nuevo Mundo,
del Viejo y de lo que piensan los demás.
A las dos nos duele la melancolía,
a las dos nos visitas una vez más.
Podemos sufrir iguales,
podemos sufrir con alas,
podemos salir a hacer compras
mientras en las manos
la nostalgia se nos resbala.
Siempre admiré tu cualidad
de ignorar a tan bella parodia
de la tristeza.
A mí no me sale, mamá,
no me sale disimular con entereza.
¿Cómo hacés? Mientras te veo
entiendo que la melancolía no sabe nada de vos
y vos lo sabés todo de ella,
le ganaste con la victoria
sangrando en el corazón.
N.
que no sepas ya,
mujer que caminaste avenidas
de la mano de la ingenuidad,
terca y bondadosa,
ojalá pudiese evitar
que te dolieran los ojos
cuando a escondidas llorás.
Tenaz,
vestida de gloria,
hasta cuando no te alcanza
la misantropía.
Voraz,
engendrado reservas,
hasta cuando no sirve
luchar.
¿Qué te voy a hablar de melancolía,
si me enseñaste a bailar tango de niña,
si nadie parece saber más?
Si saliste a caminar por Corrientes
y viajabas todos los días al pueblito
cuando salías de trabajar.
Te sé hablar del Nuevo Mundo,
del Viejo y de lo que piensan los demás.
A las dos nos duele la melancolía,
a las dos nos visitas una vez más.
Podemos sufrir iguales,
podemos sufrir con alas,
podemos salir a hacer compras
mientras en las manos
la nostalgia se nos resbala.
Siempre admiré tu cualidad
de ignorar a tan bella parodia
de la tristeza.
A mí no me sale, mamá,
no me sale disimular con entereza.
¿Cómo hacés? Mientras te veo
entiendo que la melancolía no sabe nada de vos
y vos lo sabés todo de ella,
le ganaste con la victoria
sangrando en el corazón.
N.
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