“Lo esencial es la contingencia. Quiero decir que, por definición, la existencia no es la necesidad Existir es estar ahí, simplemente; los existentes aparecen, se dejan encontrar, pero nunca es posible deducirlos. Creo que hay quienes han comprendido esto. Sólo que han intentado superar esta contingencia inventando un ser necesario y causa de sí. Pero ningún ser necesario puede explicar la existencia: la contingencia no es una máscara, una apariencia que puede disiparse; es lo absoluto, en consecuencia, la gratuidad perfecta. Todo es gratuito: ese jardín, esta ciudad, yo mismo. Cuando uno llega a comprenderlo, se le revuelve el estómago y todo empieza a flotar... eso es la Náusea”
Ya era medianoche y comenzaba a entender mi propia Soledad como fenómeno inherente a mi calidad de existir. Existimos y estamos solos, únicamente unidos por percepciones sensoriales. Sin embargo, buscamos trascender, porque en la obra que trasciende está la vinculación de uno con el otro, allí hay compañía y no hay más soledad. Las palabras no mueren, ni se suicidan, perduran (y perece quien las dice o escribe). No hay eternidad. No hay permanencia absoluta. El instante inverosímil pero que se siente verdadero es todo lo que nos queda de eternidad métrica. (¿Es todo una mentira entonces? No, pero todo perece. Pero qué horrible es eso. Hay qe inmortalizar. Evitar que se pierda. Evitar la intrascendencia, porque me retuerce los nervios hasta empalidecerme el tuétano.)
El ser humano está dotado de razón, imaginación y emociones. Pero cuando descubre el absurdo de su existir, se descubre solo, nauseabundo, inamovible. Uno no es nadie, no es nada, no viene de...
(nada fue mentira, existió aquella mañana en la que amanecimos y yo sentía que el tiempo no existía más)
3 comentarios:
Soledad fué una buena compañía para ambos, pero ya no la necesitamos. Arrojamos su existencia al demonio, y él hará lo que quiera con ella. Tal vez sea perverso con ella; ¡qué lástima, ella supo ser tan buena conmigo! Pero también tan despiadada, tan falto de nada, tan etérea, efímera. En fin, solo queda mi existencia que, junto a la de otros/as (en especial, determinadas personas) se vuelve un todo heterogéneo homogeneizado por lo que nos hace diferentes. Nuestas diferencias nos convierten en nuestros homónimos; somos semejantes porque somos difetentes.
"Nada está perdido si se tiene el valor de proclamar que todo está perdido y hay que empezar de nuevo". J.C.
..."Hay algunos que necesitan ser muchos para poder existir. Yo no"...
Existir es absurdo cuando se existe para lo inexistente.
Saludos
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