“Niña, adolescente, los libros me salvaron de la desesperación; eso me ha persuadido de que la cultura es el más alto de los valores, y no logro considerar esta convicción con mirada crítica.”

miércoles, 13 de octubre de 2010






No sé muy bien dónde me quedaron las Letras. Se me perdieron camino a escribirlas. Se escribieron solas, mientras yo las pensaba. Se las robó el último en acariciarme el rostro. Qué manera de volver a encontrarlas, releyendo las viejas epopeyas, sopesando a las antiguas miradas ¿Para qué existen entonces? Si no es para sojuzgarlas. Bello perfil barroco, con la mirada perdida. Figura estoica del milagro, del milagro enceguecida. No son las orquídeas ¡Oh, Amor! ¡Lee a Rimbaud esta noche! Mientras desfallece en el Altar el viejo Dios de albaricoque. Me esfuerzo en decodificar qué significa ese quejido. Es un lúgubre sonido, pero más lugubre es no saber. Si la ignorancia me cubre con sombras, no es tan difícil entender el por qué de esa ausencia de color. Hasta que me invento un pigmento carmesí, me cubro los labios para besar. Entonces sí. No. No es el miedo, ni la amargura, es la Libertad y la hermosa soltura de llevarte prendido de la mano. Alma chiquita, alma enorme, alma libre, alma verde. Verde y Roja. Roja como el 17 de Octubre. Verde como la pradera que se revela detrás de tus ojos, y más atrás todavía están las cadenas. Las cadenas que te apresan y las que te liberan. Galopando el jinete sin cabeza. Muchas historias en un cuerpecito todavía joven, todavía bello, todavía mío, y más mío que nunca, y mas tuyo que mío.
n.

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