“Niña, adolescente, los libros me salvaron de la desesperación; eso me ha persuadido de que la cultura es el más alto de los valores, y no logro considerar esta convicción con mirada crítica.”

jueves, 30 de julio de 2009

El diario de Zack (Las cartas son Lejania y Espera, 1 y 2)

Todos los seres humanos buscamos ser felices. Nos desvivimos por serlo. Esa búsqueda nos quita la vida, y aunque jamás la alcancemos nos contenta… Por alguna extraña razón nos contenta, nos motiva.
Nos enamoramos de la búsqueda, y en el camino creamos lazos con todo el mundo, que acaso nos hacen sentir acompañados en el largo transcurso… En cada nuevo emprendimiento reconocemos pequeñas nuevas búsquedas, y cada una a su manera nos llena de dicha. Y no importa ya el objetivo primero, el objetivo grande, el innato (que se sabe utópico o perdido).
Creo, en el transcurso de toda mi vida hasta ahora, haber sido verdaderamente feliz sólo tres veces.
Una de aquellas oportunidades, estuvo protagonizada por ti, Estela. Por ejemplo, el día en que finalmente te besé, la vez primera en oírte decirme “Te Amo” ¿Lo recuerdas? Fue un tanto gracioso, aquélla noche en mi apartamento... Y creo también, que nunca voy a volver a ser tan feliz como lo fui en los momentos que pasé contigo, fueron sucesos extraordinarios para mí.
Estela era extraordinaria. Por más clásico que suene, lo supe desde que la conocí.
Tenía algo distinto a todas las demás. ¿No lo tienen acaso todas las Estelas? Un aire de vanidad al caminar, un rostro que podía pasar de ser inexpresivo a reflejar las emociones más diversas, rasgos que le han pertenecido desde siempre. Odiosa y vanidosa, pero humilde y cariñosa, dependiendo el día. Dependiendo su decisión.
Ella fue el primer ser humano que entendió al mundo y a las cosas como yo lo hacía, y que me demostró qué tan reales podían ser aquellas cosas que creí ilusiones. Era un ser muy superior a todos los que había conocido, y, como ya dije, nunca nadie me hizo tan feliz.
Sí, fue el amor de mi vida. Mi existencia jamás volvió a ser la misma después de haber tomado contacto con la de ella.
Fue tan hermoso lo que tuvimos, fue tan… trascendente. Es esa la palabra que mejor define a nuestra relación, la trascendencia. Un amor como el que tuvimos no puede estar destinado a perderse, una historia como la nuestra no puede ser olvidada. Así de triste, así de hermosa… ¿Qué clase de castigo otorga el destino a los desgraciados amantes que se desencuentran? ¿Qué clase de trampa tiende la vida, a los enamorados, cuando corta los lazos que los unían tan fuertemente? A pesar de todas esas paradojas, que tantas noches (tantos años) me han desvelado, creo firmemente que el corazón es como el cristal: hasta la forma en que se rompe es bellísima.
Con Estela transité las etapas más importantes de mi vida. Ella era mi vida, y creo que se transformó en mis deseos de vivirla. Ella era mi nueva búsqueda, no me importaba lo demás. Todo lo que hacía, lo hacía más por ella que por mí. Nada me gustaba más que oír su risa, u observar ese gesto que hacía, esa sonrisa sofocada y su rostro sujeto en sus manos.
Cuando la perdí, sentí que también había perdido mi identidad, ya no sabía quién era ni donde estaba. Si el mundo se hizo mundo gracias a lo que ella me enseñó, cuando se fue, aquel mundo tuvo un final apocalíptico ¿Cómo construir uno nuevo? ¿Cómo volver a empezarlo?
Pero supongo que, como dicen, cada amanecer es un nuevo comienzo…
Pero a mi cada amanecer, me recuerda su rostro, su manera de mirar, de ser. Razón por la cual, no hallo un nuevo comienzo, sino un reencuentro con mi pasado. Pero es un reencuentro conflictivo, y hay veces que no puedo lidiar con ello. Un eterno retorno, y ya estoy tan viejo… Quizás uno de estos días ese eterno retorno me devuelva, finalmente, a sus brazos…
La verdad, no recuerdo bien cual fue el momento en que la vi por primera vez. Tengo, más que un recuerdo, una sensación. No he retenido los detalles exactos de cuando nos conocimos, y es esto una peculiaridad. Explicaré que, en general, los enamorados siempre recuerdan cómo se conocieron, en esa suerte de “flechazo” que caracteriza al jovial amor. Es un “cliché”. Éstos suelen relatarlo en reuniones familiares o escribirlo en algún diario íntimo, con un aire de vuelta al pasado y un suspiro, o una sonrisa ensoñadora. Pero eso es algo que no me ha sucedido. He intentado descifrar por qué. Yo cuando hablo de Estela hablo como si siempre estuviera ahí, como si nunca se hubiera ido. Es que a las partidas las define la ausencia en el ser del otro, y ella nunca se ausentó de mí, está siempre… En cada pasaje de mi conciencia ennegrecida por los abriles transcurridos, ella permanece, aunque todo lo demás se desvanezca…
Seguro ella lo recordaría, volviendo a nuestro primer encuentro, tenía una memoria prodigiosa.
Es como si siempre hubiera estado allí, esperándome, y yo hubiera llegado después. Me da escalofríos sentirlo. Pero así se siente. Yo fui después, ella siempre fue antes.
Sí recuerdo, en cambio, su partida; porque fue lo más doloroso y triste que me tocó vivir. Acaso se burla de mí el destino, entregándome al olvido de aquél momento especial y abandonándome al despojo de mi identidad.
Muchas cosas me recuerdan a Estela. Todo, en realidad. Pero hay determinadas cosas, hechos, que me recuerdan exactamente a ella y no, simplemente, en general.
Estela esta en la medianoches, en el rocío de la mañana ¡En las lluvias! ¡Por supuesto, en la lluvia! En las canciones, y en el amanecer…
Estela era un amanecer. Así de fresco, así de nuevo, y diferente cada mañana pero siempre despampanante. Una canción. Un acorde. El acorde que mejor quedaba en la canción…
Hay veces que duele tanto su ausencia, que duele tanto que no me deja más de doler… Me confunde tanto el pasado y el presente, que simplemente deseo llorarla incansablemente hasta decantar de mi corazón hasta su ultima huella. El corazón, fama de máquina, fama de prestidigitador, no funciona bien en un hombre solitario. Lo intenté, pero jamás lo logré. Siempre hay una melodía que, suave como una brisa, la trae de nuevo hacia mí. Esa melodía, el espectro de esa música, ha enloquecido mis sentidos. Sin embargo aún no la compuse, aún no pude transmitirla a mi piano, convertirla en letras musicales.
Se que hasta que no logre hacerlo, no podré superarla. Esa canción no está destinada a ser escrita, esos sonidos no están destinados a ser tocados. Pero tendré que encontrarlos, para encontrarla a ella… A ti, Estela, por última vez, amor mío…
Yo soy músico.
Haber tocado mi primer concierto de piano fue una de esas tres veces en las que fui feliz.
La música. Hacer música, oír música, vivir música, transmitirla. He tenido la fortuna de haber podido dedicarme a aquello que tanto me gusta, y que siempre he querido.
Soy pianista y violinista, es decir, soy músico y compositor también. Es una profesión mágica la de músico, así como la de escritor. Ambos tienen la capacidad de canalizar a través de las palabras y de las connotaciones hechos, historias, y expresiones, que de lo contrario nadie entendería. La literatura y la música dan vida a la vida, porque construyen escenarios, y estos son fundamentales para la proyección de caminos. Senderos. Para iniciar búsquedas…
La nostalgia, la melancolía, el romanticismo, que encierra una pieza musical en violín, es sólo comparable a la magnanimidad y a la belleza del amor, de los sentimientos, la pasión.
La magia, el misterio, la simplicidad y la inmensidad, que acompañan a cualquier nota de piano, hacen de este instrumento una varita mágica para el alma creadora.
Así, para el escritor, son las palabras los elementos mas preciados que en combinaciones precisas, que a veces se dan espontáneas, logran resultados insospechados.
Hay individuos privilegiados, dotados de un talento especial, que poseen el don de saber llegar a otros. Tocar el corazón de otra persona, ocupar un lugar en su mente y sembrar un pensamiento nuevo, lograr un despertar ¿No es, la retórica, algo maravilloso?
Estela y la música significan para mí la misma cosa. Son mis amores. Es mi amor, esta Estela hecha de música, esta música hecha de Estela, ese amor que ya no esta y a la vez esta siempre. Ya no se como definir esto… pero ¿Necesitara realmente una definición?
¿Cómo fue que empezó todo? Al final del día, solo esto me pregunto. Sólo esa es mi obsesión.
Y esto empezó, inconfundiblemente, con aquel libro viejo. Ese libraco, que hablaba de amores y tormentas, de tormentas y olvidos, de rencor y de odio, de odio y de temor, de vida y de muerte, que hablaba de amores y de tormentas. “Cumbres borrascosas” Lo leíamos en esa clase de Literatura, y a Estela le apasionaba aquélla ficción.
Falta un momento. Tres momentos me hicieron tan felices como un hombre puede serlo. Pero sólo pude serlo en esos tres. Estela, concierto de piano, y uno más… Uno más… Definitivamente, hubo algo más.
Lucrecia. Lucrecia no fue mi amor verdadero. Lucrecia jamás sería Estela. Mi Lucrecia, era mi niña… Era mi eterna niña, pero jamás sería mi mujer. Estela era mi mujer, a ella siempre la amé más. A Lucrecia la lastimé demasiado, y hoy está viva y lejos de mí como siempre debió estar… Después de todo, es uno de mis momentos, siempre fue una más, siempre fue una de muchas. Lo que hice con ella fue traición, más solo física, porque mi amor fue de Estela.
Lucrecia me conoció de siempre. De niños, por ser vecinos, por ser amigos, compañeros de alma y confidentes. Lucrecia viajaba en el tren conmigo hacia la escuela, hacia el trabajo, hacia donde fuera… Ella iba. Siempre estuvo enamorada de mí, y para mí no fue más que un enamoramiento, un amor hermoso pero no verdadero. Acusarlo de falso sería mentir. Acusarlo de único y verdadero sería falsear.
Lucrecia fue mi novia y mi amante por muchísimo tiempo, antes de conocer a Estela. Antes de conocerla, todo era Lucrecia y vaguedad… Luego de conocerla, siempre la deseé más, siempre la amé más, siempre soñé con ella… Hasta que la tuve, pero a Lucrecia no la podía alejar de mí, todavía tenía dudas de joven adulto y de adulto estúpido hasta que entendí que eso no podía seguir, que Estela era mi vida y Lucrecia mi recuerdo.
A ella le he escrito cartas, pero mandé sólo dos. Recibí una, y la otra tengo la sospecha que Estela la confiscó. No se necesitan más palabras para transmitir la verdad… Se requieren silencios, son ellos los que callan o avivan lo que deba ser, los que cubren los intersticios y recubren los abismos con verdad y noción, aunque simulen olvido o perdón. Mi relación con ella es hoy un silencio para los dos. Plena y permanente, olvidada y recurrente, presa de ella y fugitiva para mí. Pero sin duda, me hizo feliz.

Uno de los capítulo de mi obra "Lucifernia"

Andrea

Poco a poco, su imagen frente a mi fue mutando. Como transformándose, como si de pronto fuera algo más… que lo que siempre había sido; una mujer sana y común, que repentinamente me reveló otro costado. Una muñeca que dejó de ser de porcelana, y se transformó en una de barro… un costado muy oscuro y triste, sin embargo, melancólico y lastimero. A veces temo más por mí que por ella.
Cuando Andrea llego (realmente) a mi vida era un día lluvioso. Yo estaba en el café de siempre, el que está en frente de la Universidad. Llovía mucho afuera, torrencialmente, y ella entró totalmente empapada sin el resguardo de un paraguas ni hojas de diario en la cabeza. Pero no entró angustiada, tan solo estornudando. Ni en un solo gesto podría alguien haber adivinado un rastro de malhumor. Al contrario, entro en el recinto con una amplia sonrisa, y con ojos diáfanos como las gotas de lluvia. Andrea era lluvia. Estaba feliz y lo disfrutaba.
Al verla no pude evitar sentirme extraño. Una mezcla de admiración y desprecio. Por aquel entonces yo era estudiante de Derecho, demasiado ocupado en mis libros y en mis grandes ambiciones. Yo sólo me concentraba en mi mismo; no era orgulloso, tan solo arrogante. Por eso estaba siempre solo en aquel café, leyendo y mirando pasar a los demás a través de la ventana. Todo me parecía tan lejano, tan distinto. Y yo estaba tan solo, tan metido en mi propio mundo. Pero cuando la vi, sentí la peligrosa y adictiva sensación de que el mundo y mi concepción de el, y mis pocas esperanzas depositadas, y mis prejuicios y mis anhelos, de pronto era todo distinto. Desde que entro en aquel lugar donde yo estaba, creo que en ese instante lo supe, mi vida estuvo sujeta a la de ella.
Pero en aquel entonces no lo sentí así de claro. El no entender que me sucedía me hizo odiarla. Me encontré imaginando su muerte, o su desaparición por lo menos. Francamente, estaba asustado. El amor a primera vista nunca funcionó en mí ¿puede notarse?
Ella entró, dinámica y alegre. Totalmente empapada, con una bolsa en la mano a la que se aferraba. Se acerco a la barra, se quitó el abrigo. Sus cabellos rojizos goteaban agua, y el labial rojo aun subsistía en aquellos labios seguros y distendidos.
El mozo se acercó a ella y la saludó efusivamente. Igual conducta tuvo con ella aquél hombre en la caja.
Tan mojada estaba su camisa, que prácticamente parecía estar desnuda. Mirarla de pronto me hizo agitar la respiración. La blanca bambula almidonada no diferenciaba sus cortes y sus pliegues con las características de su piel. Era tan ella misma, era tan natural. Y cada vez que admiraba mas lo perfecta que era la odiaba el doble. No podía ser, aquella suerte de personaje de cuentos había entrado en mí café. El único lugar donde podía sentirme a salvo: mi café. MI café. Pero ahora, no. Ahora estaba ella, ella y su estrambótica belleza, para perturbar mi serenidad.
Decidí ignorarla. Junté toda mi fuerza de voluntad para evitar que mis ojos la persiguieran. Pero si me enfocaba en mi libro, la veía por el periférico. Y si cambiaba de posición, la encontraba en los reflejos de los vidrios. Podía concentrarme en otro objeto o persona, pero hallaba ambas opciones aburridas. Y no iba a huir, era aquél mi lugar favorito y estaba decidido a pasar allí la tarde. “¿Por qué no te vas tú, monstruo?”
Ella seguía conversando con los hombres de allí mientras desembolsaba un delantal. Apoyo la bolsa en la barra y le encargo al hombre de la caja si se la podía guardar, a juzgar por sus ademanes de “por favor” y “Con cuidado”. Le sonrió por todo agradecimiento, y pude notar en el rostro del cajero cierto rubor y ojos emocionados. Ella se fue hacia el baño, el la siguió con la mirada.
De pronto, para mi horror, lo entendí. ¡Ella trabajaba allí! Probablemente empezaría aquél día, porque no la había visto antes. Tenía que sucederme, vaya destino.
Como supuse que se estaría cambiando, y demoraría un rato en el baño, me acerqué al cajero. Queriendo disimular mi mirada inquisidora de incipiente abogado le pregunté:
- Disculpe, ¿aquella joven trabajará aquí? ¿A partir de hoy, será? – El hombre contaba el dinero, tarareando alguna canción cuya melodía era in entendible hasta para el más diestro en música y afines, y ni siquiera me contestaba. Seguramente permanecía embobado, víctima de su última conversación con ella. – Ejem, ¡Alejandro! ¿Me escucha? Le pregunte si aquella joven que fue al baño empezará a trabajar aquí.
- A, Carlos, perdón, entenderás que siempre es un problema con el control de vueltos…
- Esta bien, pero…
- Sí, no te hagas problema, te cobro en un segundo…
- No, Alejandro, no es eso, verás es esa mujer…
- Carlos… esta todo bien, tranquilízate, ya te cobro, no hay por que…
- ¡Dios! – Lo interrumpí dando un golpe con mi puño en la barra, pero el no pareció molestarse, lo mismo la gente, como si estuvieran acostumbrados a esa clase de tan raros comportamientos.
Al parecer, no era una sospecha mía, era una certeza: aquél hombre padecía una de las enfermedades más incomprendidas e incurables que tornan al ser humano estúpido. Estaba bastante enamorado. Y todo por aquella mangosta pelirroja, capaz de devorar hombres sin siquiera abrir la boca. Tenia que venir a mi café, a MI café, pensé en aquél entonces lleno de indignación infantil, tan solo para hacerme ver lo distintos que éramos algunos seres humanos de otros. Diferencia que evidenciaba mi soledad y mi lejanía del mundo… Pero, bueno. Una lluvia no seria lo suficientemente fuerte como para romper mi burbuja, que era más, un fuerte.
Mientras continuaba controlando los vueltos, noté que en su costado estaba la bolsa de la pelirroja. Pude observar algunas de las cosas que contenía. Había una pequeña vasija y varios ejemplares de “Madame Bovary” ¿Por qué tantos? Me pregunte, siendo capcioso.
Retorne a mi asiento, con una leve sonrisa en la cara. Porque a pesar de ser ella tan distinta, éramos iguales en algo: ambos, parecía, fanáticos de Flaubert. Simpática coincidencia, para ser las nuestras almas tan divergentes.
En aquellos instantes, la joven en cuestión sale del baño. Con otra camisa, igual a la anterior pero más rústica, otro pantalón, también igual al de vestir que llevaba antes, pero en otra tela. Y el delantal oscuro atado a su cintura. Le lucía bien, quizás muy bien, quizás demasiado…
Noté que se acercaba a mí. Tenía un repasador en la mano. Miró mi mesa, y en efecto, notó las migas y residuos. Después de todo, había bebido más de un café y varias masas finas, que tanto me apasionaban, tanto o más que el Derecho mismo.
Mi reacción nerviosa y automática fue más estúpida que cualquiera de mis pensamientos obsesivos. Lo único que atiné a hacer ante su inminente acercamiento fue huir, dejando mi maletín en el piso y sin paraguas para resguardarme de la lluvia.
Cuando ya estaba a un metro de mí, me levanté y rápidamente fui hacia la salida. Pero antes de salir me volteé, porque la había chocado sin querer, y encontré su extraña mirada clavada en mi. Aquellos ojos parecían haberse adueñado de mis adentros, de la poca cordura que tenía en ese momento. Era como si no existiera nadie más alrededor, sólo ella, que me bañaba en dudas. Ella era la lluvia. No había diferencia entre estar afuera bajo la tormenta, o estar allí adentro cerca de aquella presencia. Porque, igualmente, llovía. Estoy seguro, todavía lo creo, que en esos instantes el tiempo se detuvo. No estoy seguro de eso que sentí en ese entonces. Sólo se que era como si el Infierno y el Cielo hubieran pactado conmigo, era como si hubiera muerto y enseguida resucitado.
Fue un pequeño y enigmático shock. Volví a voltearme y huí definitivamente. Corrí hasta la esquina, que estaba desierta, y me empapé como nunca antes.
Recuerdo lo que pensé en aquel momento. Recuerdo que pensé en mi madre. Cuando íbamos de vacaciones al campo del abuelo. Íbamos en Invierno, y era hermoso ver la lluvia y el granizo. Pero aquél bello escenario me había traumado. Porque a la tierna edad de tres años, lo recuerdo bien, había sido víctima de una gran lluvia que me hizo reír, en un principio, hasta que empezó a caer un fuerte y arrasador granizo que me golpeo en la cabeza y por el que fui trasladado al hospital, por un traumatismo de cráneo. Desde aquélla vez nunca me baño en lluvia. Y allí me tenía la vida, 20 años después, huyendo de la hermosa chica del café como aquella vez a los tres años cuando huía de mi mamá. Se me escaparon unas lágrimas, pero me quedé tranquilo, si alguien me veía no lo notaría, porque aquellas se confundirían con las gotas de lluvia.
Un escalofrío me recorrió el cuerpo.
- ¡Se olvidó el maletín, Carlos! ¡Carlos! – Me di vuelta para encontrar a aquella muchacha. ¿Cómo sabría mi nombre?
- ¿Cómo sabes mi nombre?
- Tome – me sonrió y tomando mis manos me devolvió el maletín con el paraguas y mis cosas – Salió tan apurado que lo dejó. Su nombre lo se porque Alejandro, el cajero, me lo dijo. Es usted un cliente regular, además…
Y se calló de pronto. Yo no escuchaba nada de lo que decía, sólo miraba sus labios moverse, con el labial rojo corrido, y sus cabellos siempre húmedos. Me traicionó el instinto, puse mi mano en su rostro y quise esfumar aquella mancha de rouge. Ella se ruborizó un poco, aquél rostro blanquísimo la delataba. Y cuando me devolvió la mirada, luego de tamborilear sus ojos por los alrededores, se fijó en mí con una mirada triste. Casi con compasión, casi con demasiado resguardo.
- ¿Estabas llorando? – me pregunto con una voz de niña. Y entonces no pude evitar sonreír. Se parecía a mamá, definitivamente.
Pero después de eso, yo no emití ni un sonido de respuesta. Preocupada, ella siguió hablando.
- Además, yo te conozco de una de las cátedras de la facultad de Derecho. Cursamos juntos con el Profesor Raducchi ¿te acordás de mi?
De pronto me calló la ficha. Era alguien conocido. Tal vez era una de las tantas a las que había rechazado, usado, o salido. O, a lo mejor, eran de aquellos alumnos resentidos que me odiaban por ser yo el más sobresaliente. En aquel entonces, no recordé que había sido ella la morocha imbatible que me había vencido en un debate de primer año. Me quede boquiabierto, ella lo notó y se rió.
- te recuerdo con otro cabello y también…
- Sí, ya se ¡Otra estética era la mía! El cabello me lo teñí, y también cambie mi personalidad. Ya no “fusilo” gente… - y soltó una carcajada transparente, que me atravesó como un viento solano y repentino. Estaba distinta, pero infinitamente más bella. Yo había estado enamorado de ella en primer año, nadie me vencía en un debate y ella había captado mi atención.
Pero recuerdo que la odié mucho también. Y ahora, de nuevo, los sentimientos contradictorios volvían a mí. No recordaba su nombre, no recordaba qué era lo que quería de la vida, sólo recordaba sus últimas palabras de la única conversación que tuvimos. Una conversación personal, aparte de aquél debate público y humillante del que jamás volvió a reponer mi orgullo.
Recuerdo que la había invitado a salir, y me lo negó rotundamente antes de finalizar la oración.
¡Que distintos los ojos que tenía ahora en comparación con aquella excelente enemiga que había conocido! Eran estos ojos compasivos, no dictatoriales, eran ojos enamoradizos.
- ¿Cómo es tu nombre?
- Andrea… Andrea Farias. Y el tuyo es… Carlos, cierto. Pero en primer año solían decirte de otra manera ¿No? ¿Cómo era aquel apodo? – E hizo un gesto adorable, como pensando, como recordándome.
Si, no lo había olvidado. Aquél apodo, que me había otorgado la imaginación de algún profesor, era “Reichstag”, a causa de mi admiración por el nacional socialismo fascista, y mis antepasados alemanes que habían sido partes de aquel parlamento alemán. Pero no se lo haría saber a Andrea nuevamente, pensé, porque aquel fulminante debate había sido ocasionado por mis tendencias nazis y sus fuertes contrapartidas comunistas.
Andrea era una imbatible comunista, una imbatible mujer de política y Derecho. Pero sobre todo de Historia, nadie conocía tan de punta a punta nuestro pasado histórico.
Pero ahora la veía distinta. Dulcemente vulnerable. Accesible y desarmada, pero aun así imbatible.
- Andrea… Gracias. Había olvidado el maletín porque recordé un compromiso, debo irme apurado.
- A, si, esta bien, yo también… - Y haciendo un ademán para irse, fue dando pasos lentos hacia atrás, me miró por ultima vez y sonrió – Te veré, supongo… “Reichstag” - y velozmente, corriendo, se fue.
De pronto, dejo de llover. Aunque podría haber permanecido allí abajo por horas.
Me alejé del centro y caminé hacia mi apartamento, olvidando que no le había pagado a Alejandro por lo que había consumido. Supuse que comprendería, desde los dieciocho años fui un cliente más que regular. Más bien fanático.
Llegue a mi apartamento y me puse a trabajar en mi tesis. Hacia poco la había comenzado.
Pero no podía más que pensar en ella. ¿Qué seria de Andrea y su vida? Si dejo Derecho, ¿estaría estudiando otra cosa? Aquellos tantos ejemplares de Madame Bovary… Quizás Letras, si, seguramente.
“Ahora ya no ‘fusilo’ personas…” me había dicho, riéndose. Si había cambiado de personalidad tan radicalmente, seguramente su estilo de vida había cambiado. ¿Se habría casado? ¿Tendría familia?

Fragmentos

“… Y entre tanto, uno a uno los pasajes de mi conciencia se oscurecían a la par de los abriles transcurridos… Sólo una figura, definida y presente, acorralada en mi memoria y dispuesta a quedarse a vivir allí, presa del laberíntico espacio que aún no conseguía resolver… La recordaba, la recordaba bien. Porque la llevaba conmigo, tallada en mi psique… Mientras, todo lo demás parecía desaparecer… Y ella seguía allí, como el único bailarín que seguía danzando en una presentación que hacía años había caducado… Un bailarín fantasma…”

“…Es el corazón un telar mecánico. Entreteje grandes dioramas y funcionan éstos como parches para todo lo demás… ya sea conteniendo o potenciando, realmente hacen un trabajo fantástico en el ser… pero basta con que una de sus hebras se resquebraje, para que uno a uno los hilos se deshilachen… Y esto se resuelve con una mano maestra, de tejedora correcta, que de las puntadas necesarios con el hilo que haga falta… Pero nunca lo es mismo…”

“… Era un hombre lejano. Lejano no es acaso un adjetivo calificativo. Pero Lejano significa, distante. Pero no sólo distante… También taciturno. Y no sólo esto último… también desterrado. La conciencia del destierro engendra un perfil distinto… Como de eterno forastero, como de hombre ausente y sin retorno. El destierro acaso torna más lúgubre un rostro joven y serio. Aquél era mitad hombre, mitad lamentos…”

“… No susurres por lo bajo, cariño… Grita. Grita y ponle voz a cada pensamiento para que vuelen alto y alcancen nuevos cielos… Porque éste no merece los tuyos, cariño mío… Este Cielo no está hecho para nosotros… Este Cielo está hecho para fantasmas y cuerpos fríos, este Cielo es el Cielo de los cementerios, no de los vivos… Tú lugar no está conmigo, corazón, está más lejos…”

Punto final

Lucrecia:
Tengo entendido que lo tuyo con Zack fue verdadero… Mis reverencias entonces al amor que contrariando a todos logra su cometido, el de ser probado y defendido por los amantes. Pero ahora recuerdo: no fue ese tu caso… No fue ése el tuyo, y hablo sólo de tuyo y no de “ustedes”, porque Zack eligió y vos aceptaste. Está bien, está perfecto. Aún así defiendo su veracidad porque los años y las palabras de ustedes me han llegado y las encuentro verídicas. Las tuyas las entiendo, las de Zack las defiendo como esposa y mujer de toda la vida que fui y seré. Te recomiendo, mejor, recuérdalo como algo verdadero, pero no por eso lícito. Como algo infructuoso, pero no por eso inválido o inútil. Fuerte y delator… Pero no por eso destinado a durar… Un amor tempestuoso y casi infantil no está destinado a trascender… Sin embargo un amor maduro y tierno, está destinado a llegar lejos… Y aquí está él, junto a mí. Es necesario que pongas punto final a tus recuerdos y a tus deseos de saber más de él, porque está lejos y conmigo. El punto final será éste, no espero más respuestas de tu parte.
Lucrecia… Solíamos ser amigas. Pero vos traicionaste eso. Es cierto, yo sabía que ustedes estaban juntos desde siempre, pero ignoraste lo que sentía él por mí y lo que yo por él. Quisiste suponer que eso se podía prolongar, lo seguiste buscando aún cuando estaba conmigo… Y de eso a ambos los culpo. Pero me reservo un derecho… Siempre lo supe. Me reservo el derecho de noción y de completa aceptación de tu inseguridad y tu inferioridad frente a la mía y a la de Zack. Al final, él te dejó, y supe siempre que iba a ser así. Ambos lo sabíamos, él y yo. Y hoy, nos reímos de eso secretamente…Él será condescendiente, pero yo no. Como antigua amiga, te lo digo, como mujer, te lo asevero… No te conviene permanecer en este tránsito de melancolía y rencor… Si te quedas demasiado tiempo, corres el riesgo de perderte acá…
Huye, corre, y reconstruye una vida. La de Zack, está conmigo.
Un beso,
Estela.

Lejania 2

Dejemos de intentar despedirnos, quizás no funciones, no con nosotros.
Estela y vos eran amigas en su época, y pensar que se parecen tan poco. Nunca compartieron más que rivalidades, y quizás esa disputa, ese amor contrariado por mí. No soy ególatra, y no lo digo con petulancia. Lo digo más con tristeza, porque no hubo nunca dos mujeres más destinadas a la felicidad que ustedes.
No puedo decir que no, no puedo decir lo que deseas que diga, lo que adorarías escuchar, y eso también me parte el alma… Tampoco puedo callar la verdad, la amo… Amo a Estela de una forma distinta pero no peor ni menos valerosa que la que destiné a tu amor…
Lucrecia, mi mejor amiga. Estela, mi mujer. Así lo veo y lo demás… deberá quedar guardado en uno de esos cofres cuyo destino no es más que la conciencia y el recuerdo lejano del ser… No puedo darte más, Lucrecia, pero cuando lo pude hacer lo hice… Sé que le dí mas a Estela, sé que fuiste la segunda en mi vida tal vez demasiado tiempo. Pero ahora todo es claro, y sigue siendo ella quien está conmigo. A Lucrecia, a mí Lucrecia, le dije adiós. No estoy seguro de que sigas siendo ella.
Te contaré que desde lejos, hiciste que me emocionara un poco.
Deseando apaciguar las tempestades que caracterizan tu ser, y más ahora tu horrible tristeza, te saludo.

Fabricio ayer hoy y siempre

Fabricio y un pretérito en presente.

El era diferente. Diferente a todos los demás.
Era único para mí. No lo conocía y me resultaba conocido de siempre.
Tenía dieciocho años y una gran habilidad para el dibujo. Tenía una personalidad solitaria, sin embargo solía estar acompañado. Acompañado por ella, su novia, se llamaba Marcela.
Yo lo veía en cada recreo y cuando podía lo observaba, siempre de lejos. Era muy posible que si su novia me descubría yo tendría problemas. Pero él también me miraba a veces, tal vez le daba gracia mi cara de nena tonta. Un solitario se reconoce en otro, como en un espejo, como en espacios lacustres. Sus ojos eran ríos, los míos tormentas. Claramente, nos íbamos a mirar.
Como ya lo dije, tenía dieciocho años. Pero su mirar reflejaba más edad, su expresión, madurez. Esas personas que no vivieron mucho pero tienen almas viejas… antiguas, grises… como los vampiros.
Yo siempre tuve un rostro como de más pequeña, algunas torpes expresiones, fácilmente se notaba. Aún así él me retrataba. Estaba segurísima, el me retrataba en su mente.
Él me miraba, de lejos, pretendía así acercarse. Era algo que me encantaba notar, así también me encantaba pensar que no podía desviar sus ojos de mí. Quizás no era exageración, era cierto. Pero aquí deja el tiempo sus calambres, sus dudas... Su paso indiscutible y los enigmas como sombra.
Me encantaba, y me encantaba aún más por el hecho de que me era tan distante y cercano a la vez.
Sin embargo habían dos grandes obstáculos: uno se llamaba Marcela, otro Personalidad. Esas dos cosas no permitirían acercarme a él, naturalmente y primeramente porque tenía novia, y aunque no la tuviera, mi personalidad no permitiría acceder fácilmente a él, salvo que el se me acercara. Sería fantástico que el se me acercara. Sería genial que diera el primer paso, el que se sabe más difícil.
Me encanta el pasado, me encanta la narración en pretérito. Me fascina todo eso que se impregna en los años, esos aires de sabiduría, de nostalgia, de lo gris. Aunque esté pasando, aunque sea hoy por hoy la historia, quiero hacerla pasado… Quiero hacerla recuerdo.
Es que la nostalgia y la melancolía son sentimientos tan fértiles. No digo la tristeza, ni el miedo, ni la depresión. No, yo hablo de Nostalgia, de Melancolía. Que son sentimientos más fértiles, más propicios. Que son enormes huertas para todo lo demás… Los poetas enamorados de un imposible, los enamorados escribiendo poemas por el desamor, Baudelaire y su prosa maldita.
Y todo eso me recuerda más a él…
Me pregunto qué persona será Fabricio. No qué tipo, porque no existen maneras de Ser, sólo Seres. No qué tipo de Persona, yo quiero saber qué persona es. Si es como yo, si es alguien que está junto a mí, si está lejos o cerca. ¿Dónde estás? No te volví a ver…

Espera 2

Espera 2

Es difícil despedirme de una sola y rápida vez… Más fácil es hacerlo de a poco, día a día intento deshacerme un poco más de uno a uno los residuos de vos, y de nosotros.
Es que hay cosas que jamás te dije. Es horrible quedarme con eso. Prefiero decirlo y que el peso de todo aquello que quedará a partir de ahora en tus manos, corra por tu cuenta… No es mucho para vos, lo es todo para mí, así que no te va a costar llevarlo, y después de todo es lo que te corresponde: vos te fuiste, esta despedida era tu deseo no el mío.
Mis deseos eran conservarte conmigo. Sí, bueno, uno nunca sabe si es siempre el para siempre… Pero en mi corazón así lo sentía, y en tus ojos yo veía eso, eternidad y la refulgencia de un sentimiento con el que no creí haberme equivocado, pese al dolor que hoy siento…
Quiero comunicarte que me enseñaste mucho. No sé si te lo había dicho antes. Me enseñaste más de lo que sabías, no sé cómo, pero enseñaste hasta lo indescifrable… Que no sé todo, pero que sé más de lo que pensé, que no soy lo que todos ven pero sí lo que veo en soledad al estar serena… Me enseñaste a ver la vida como algo más que un proyecto por concluir… Sobre todo me enseñaste a verme feliz, y ano buscar más la angustia de la que era víctima en silencio. Ahora que te fuiste, ya no siento que quiero conservar esas enseñanzas… Porque así cómo me diste eso, me quitaste el aire, me quitaste los nutrimentos del cuerpo que hoy parecen faltarme, no respiro ni vivo como lo hacía un mes atrás…
Tal sofocación me reduce a un tercio de mis capacidades, y no puedo nada hacer como lo hacía antes. ¿Valió tanto la pena amar? Si iba a doler tanto…
Y al final del día sé que jamás volveré a ser la misma… Pero que está bien, que lo prefiero así. Prefiero ser la Lucrecia de hoy y no la de ayer. Pero en el fondo de mi corazón y tal vez del tuyo, allí donde ambos sabemos que jamás llegará Estela, allí estoy yo. Estoy siendo lo que fui siempre. Tu niña, y jamás tu mujer. Tu Lucrecia, y nunca tu Estela.
Estela es hermosa y única, pero yo soy más tuya que mía, más tuya que lo que es ella. Porque Estela no puede ser de otro más que de sí misma. Estela es fuerte y altiva, yo siempre fui ingenua y vulnerable. Pero vos me cuidabas de una manera que Estela jamás te permitirá ser cuidada. Sería mucho para su orgullo, sería poco para tu amor. Aunque apuestas a la relación de ustedes y no a la que apostaba yo, debo aceptar tu partida, tu despedida y tu adiós… Independientemente del dolor y la esperanza.
Alguna vez te veré bajar del tren, en la estación de siempre. Y quizás será demasiado tarde. Pero yo te voy a amar siempre… ¿Me oís? Siempre… Aunque es claro que vos no. ¿Es capaz Estela de ofrecerte eso? ¿Es capaz siquiera de entenderlo? De entender que la opacidad de tu alma no va con el desmedido brillo de su estrambótica presencia, y de que hay gente que ha sido hecha para viajar y llegar lejos, mientras otros como vos y yo sólo necesitamos un hogar y un Cielo lluvioso.
Vos elegiste. Vos te fuiste. Pero la mejor parte de vos, se queda acá, conmigo.

Epifanía

Que se seque mi sangre si no estoy destinada a lo que grita mi alma,
Que se me vuelvan blancos los ojos si no van a reflejar lo que mi corazón siente,
Que se detenga el tiempo si mientras pasa nadie se digna a ser distinto,
Que se hiele mi cuerpo si no está destinado a transmitir calor…

Podrían volverse negros los pétalos de cada flor,
Y así el cielo, con las nubes, y así yo…
Y el cerezo repudiar el rosa de su cubierta,
Y abandonar el Cielo su inocencia…
Cubrirse de velo todos los rostros
De mujeres y hombres
Que se volverían fantasmas,
Mientras en la noche no existiera mas calma
Que la que habita los cuentos de Hadas…

Podría la Luna ser la única reina del Firmamento crepuscular,
Podría el Sol extinguir su llama, y hasta dejar de quemar,
Si todo se volviera negro, si todo se volviera mar,
Y fuésemos solo lo que siempre fuimos, y fuésemos solos…
Pequeños fantasmas navegantes…

Aun así seguiría esclava del calabozo que llevas dentro,
Aun así… seguiría aquí, pero no, aquí dentro…
Aun así seguiríamos siendo dos ángeles, juntos,
Que vuelan hacia el mismo centro…
Aun así seguiría siendo tu tierna princesa
Y tu mi rey lejano,
Un rey lejano, casi distante, mi rey lejano…
Y el mas devoto y cercano de los amantes…

Ponme las Alas que engendró tu amor en mi cuerpo
Para ir a buscarte cada vez que te pierdas,
Cada vez que estés lejos… Iré a buscarte cada vez que pueda…
Dibújame la misma sonrisa que pintaste en mi rostro,
Cuando lloraba tristezas, dibújame esas tristezas…
Y me desdibujaba en trastornos…
Evócame en cada recuerdo que cosechamos juntos,
Sintiendo mi perfume, como si estuviera impregnada en ti…
Quiero impregnarme en ti… llenarme de ti…
Quiero ser más tuya que mía…
Mientras se rompen los cristales que llevo dentro…
Y sírvete de mi, amor mío, como si fuera una copa, con el mejor vino…
Como si fuera esa lujuria, abrasadora, como el Nilo…

Y si no alcanzara a decirte
Que sin ti pierdo gracia, sentido, y razón…
Si no llegara a esbozar la palabra,
O a decirte Te Amo, a abrir mi corazón…

Que pasaría si de pronto te fueras tan lejos…?
Que pasaría si de pronto la Revolución nos arrastrara,
La Guerra nos matara, El Silencio nos callara…?

Y si no llegara a decirte… Nada Mas…
Se que no importaría:
Porque no hay nada que no sepas ya…Sobre mí y la tempestad que desata tu ausencia…

Interludio (momento a solas)

Que triste es la realidad,
Que tristes son las personas,
Cuando sus almas se desnudan,
Cuando las verdades se dicen…

Que deseos de olvidarse,
Y aun así que feo que te olviden,
Que te sepulta, y que bendice
Cuando lo invocan o lo ahuyentan…

Que horrible sensación de vacío,
La de la lágrima que no puede caer.
Que gran herida la del mal que no se
Puede combatir,
Que doloroso saber que todo puede ir mal,
Que doloroso saber que optaste por estar mal,
Libre de culpas…
Sin memoria…
Sin sentido…
Solo y nada…

Que difícil cuando supe que entre la luz
Y la sombra,
Eres la sombra…

Que estupido cuando malinterpretaste
Todo lo que dije,
En tiempo y forma…

Que idiota tu deseo de venganza,
Que innecesario el deber que no cumples,
Que vana la esperanza, la ilusión,
¡Como me entristece que no lo notes!

Y hasta que no lo hagas…
Te seguiré ignorando….
Hasta que no lo hagas…
Seré como tu….

Y te odiare por dentro,
Y recortare mis alas,
Para evitar irme volando
Y estrellarme con vos…
Sígueme odiando,
También me darás las gracias,
Porque como oponente y como amigo
Te fui de ayuda.

En uno para fortalecerte,
En otro para alegrarte,
Aunque nunca vieras en mí
Lo que quise mostrarte,
Y fui testaruda…

Y poco a poco morirá el rincón de mí
Donde exististe,
Y desaparecerán tus facciones de las mismas…
Ya no reconoceré tus huellas por donde pises,
Tu existencia será una anécdota,
Una melodía que se llevo el viento,
Pero no estará presente, en realidad.
Reflexión

Puedo aceptar que soy una persona solitaria, que se retrae mucho, que se individualiza demasiado, pero aquí debe permitírseme agregar que esto no ha sido una elección mía, el destino me hizo así, victima del azar o del mas premeditado camino… no lo se… razón de dioses… de nadie.
Aprendí a saber quién soy, entre caídas y raspones. Es más, casi sé cómo manejarme a la perfección.
Pero hay veces que no comprendo este costado… que es, justamente, el costado más único y personal que tengo.
Verás… todos tenemos un costado que nos hace únicos… ese costado es el que nos diferencia entre nosotros.
Mi costado es este, es un costado que no me atrevo a llamar gris, o negro. Mi costado personal, es una fotografía en blanco y negro. Es bellísimo, es único. Es Gris, nublado.
Y a la vez esta ésta otra faceta que tengo: combativa, imbatible, segurísima y dispuesta a todo por lo que quiere...
Simplemente hay cosas que no necesitan ser analizadas, aunque para llegar a esa conclusión haya habido que examinarlas de pies a cabeza… Costumbre de familia, ordenes cuasi genéticas…
Y yo aprendí a no analizarme tanto, a no querer tan desesperadamente entender todos mis movimientos.
Porque yo soy así, y en base a esa aceptación uno debe pulir defectos y agregar virtudes, sin caer en excesos –por supuesto- de lo contrario uno se convierte en algo que no es.
Y yo no quiero dejar de ser yo. Creo que, en el fondo, nadie quiere dejar de ser uno mismo, incluso los mas desdichados con su imagen o los mas enfermos, porque uno se toma cariño a uno mismo y le daría lástima dejarse solo. Aunque en esto último no quiero generalizar, estaría obviando e incluso ofendiendo a aquellos que son excepciones, y odio la idea de ser convencional.
Todo esto es casi un secreto. Fuera de esto, soy una muchacha común. Todo lo poético, lo lírico, lo lúdico, toda la personalidad literaria, es puro invento de mi mirada esceptisista y romántica, la cual no puedo evitar.
Todos y cada uno de nosotros somos un sueño que para hacerse real debe tornarse propio de alguien, sólo eso concederá la magia para hacernos sentir vivos… que nos amen, que nos sueñen… Es el amor ese sortilegio indefinido, esa cosa que no se entiende y que se sabe.

A Secret

No se si sabias que cuando te veo es como si todo fuera distinto…
que cuando te observo solo existes tu y nadie mas…
que el paso del tiempo no es inminente para nosotros dos…
que mientras me abrazas, muy lento nos elevamos, llegamos al cielo, y retornamos juntos…
Caminamos descalzos por un camino pedregoso,
Sin embargo las heridas, si sangran, no saben doler…
Gobernamos nuestros propios castillos de ilusiones,
Y nos coronamos como reyes,
Desde el Cielo hasta el Infierno,
Desde la Gloria hasta la Victoria,
Sin que nada más nos haga falta…
Los días que no te veo te extraño y los días que hace frío deseo tener tu cuerpo con el Mío, bajo el mismo manto, unidos por el mismo beso…
No se si sabias que cuando te conocí volteaste mi mundo como si no fuera nada…
No se si sabias que cuando nos besamos por primera vez creí que era la primera vez que a alguien besaba…
Que a cada momento tengo deseos de voltearme a verte para obtener el placer de ver que seguís allí…
Que esto de amarte y quererte me hace soñarte, y tenerte me hace soñarte más…
Nada fue al azar, es algo raro el destino,
Pero no se ha equivocado al lograr unirnos…
Caímos en el mismo obstáculo,
Lo sorteamos con las mismas fuerzas,
Y desde cuerpos distintos,
Igual logramos ser la misma persona,
Mantener lo mismo, como un Mito…

Solamente mírame
y deja que todo lo demás desaparezca…
Solamente acércate
y haz que, de pronto, el día entero se desvanezca…
No hace falta más que una mirada,
Para que desprendas de mí hasta mis pensamientos,
Para que descosas, no solo mi ropa, sino hasta mis credos,
Para que simplemente desnudes mi alma y veas a través de ella,
Y te veas a ti, porque soy tu espejo…

Detonador






Cuando pienso en vos, tengo esa sensación de vértigo... de estar a punto de caer de un precipicio, de estar a punto de elevarme por sobre el resto… como entrando en un trance, rápido y efímero, que de repente me hace chocar y mas fuerte con la realidad.
Tengo miedo de quedarme sola. Miedo de que las puntas filosas que despuntan en ciertos momentos me corten y me sigan lastimando. Hay muchas heridas.
En vano seguir cosiéndolas. Los puntos se salen… y la herida que una vez goteo sangre hoy sangra a borbotones, y ¿la verdad? Ya ni las siento. Es extraño, me volví insensible al dolor. La costumbre ¿no?
Tenía miedo de mi misma… o mejor dicho, solía tener miedo POR mi misma. Un cuerpecito tan débil, tan tímido e inseguro. Cualquiera podría quebrarlo con solo arrojarle un par de maldiciones.
Tan delicada… tan de porcelana blanca y sonrosada… con ojos grandes y negros… con un cabello largo, largo, de sacerdotisa…
Pero el ángel llego a ser demonio, y la sacerdotisa se volvió bandida.
¿En que momento? ¿Cuándo me transforme en victimario además de victima?
Que triste, me da miedo, sigo teniendo miedo. Y por fuera igual de igual: fuerte, fría, cínica, lejana, inalcanzable…
Inalcanzable…
Tanto que a mi alrededor ya no hay nadie…
Nada.
Las noches de luces y bailes se han tornado insípidas. Las lecturas, eternas del pasado, han acabado su magia.
Pero yo sigo siendo la muñequita de la caja de música, la virgen del sahumerio gris y perfumado, la que danza en la oscuridad…
La cajita de música, el escenario de ballet, lagrimas, aplausos, reverencias… ¿Por qué?
¿Por qué deje de bailar?
¿Por qué abandonamos tan rápido nuestros sueños?
¿Por qué perdemos significado?
La gente es toda igual aunque se esfuerce en diversificarse. La gente se volvió toda igual, igual de débil, igual de insegura, librados al azar como un juego, en el que el único ganador, es el misterio.
Misterio. Yo soy misteriosa. Hasta para mi misma, soy un misterio indescifrable ¿no lo somos todos?
Estúpida manía de hablar poéticamente. De transformar lo simple en parábola, como los científicos.
Dicen que de una gota de agua puede surgir un río…
Dicen que lo bueno de los abismos es que pueden crearse puentes para cruzarlos…
Nadie dice que no, pero soy muy débil para lograrlo.
Es mas, soy muy débil como para intentarlo.
¿Qué importa?
Sí, importa…
Qué difícil, qué confuso…
Sensación de extrañar a alguien a quien no se puede tener…



Cuando todo me tiene cansada,
Cuando todo lo que se suma
Va detonando la mecha
Y llega a la bomba…
Y voy a explotar…
No me queda más que huir
¿A dónde ir?


Escrito el 29/04/05

Descalzos

Caminamos descalzos
Por caminos separados,
No nos unió más que un mutuo sentimiento,
(No sé si amor…)

Caminamos descalzos,
Por senderos desiertos,
Nos miramos de lejos,
(No sé si eras vos…)

Caminamos descalzos,
Caminamos lejanos,
Caminamos casi sin saber a donde ir….

Caminamos lento,
En alguna ocasión corrimos,
Y también nos perdimos,
Parecía un cuento…

De pronto despertamos del sueño,
No supimos para donde agarrar,
Porque tan pronto como nos descubrimos,
Nos perdimos sin podernos encontrar…
Descalzos, descalzos
No adviertes, cielo mío, como es la soledad…
No sabes mirar al abismo, te cegas de sólo pensar…
Camina, sin rumbo fijo…
No entorpecen las sombras a la verdad…

Caminamos descalzos,
Sintiéndonos lejos del pasado,
Creyendo estar exentos del engaño,
(No se si sirvió…)

Caminamos descalzos,
Formamos figuras en la tierra,
Espejismos que el viento intentó y borró,
(No sé si lo logró…)

Caminamos descalzos,
Nos sentimos fríos,
Nos sentimos vanos,
(No sé si era yo…)

Caminamos descalzos,
Desmentimos las apuestas,
De que quien camina solo,
Encuentra menos demonios
Y profetas…

De pronto despertamos del sueño,
No supimos para donde agarrar,
Porque tan pronto como nos descubrimos,
Nos perdimos sin podernos encontrar…
Descalzos, descalzos
¿No adviertes, cielo mío, como es la soledad?
Camina, sin rumbo fijo, camina en la brevedad…
No entorpecen las sombras a la verdad…
No entorpecen los lamentos a la tristeza…

No entorpecen las sombras, amor mío,
Solo alumbran nuestra extrañeza,
Como fotografías en blanco y negro,
(Como yo, como vos, y el aliento último)
Que van dejando cenizas,
Grises y secas…
Cual espectáculo circense dormido en los laureles,
Despejados los escrúpulos nos volvimos a adorar…

Rosa Disecada



Una flor al viento que se deshoja,
Una muñeca estática y sin gracia,
Un mar de lágrimas, una noche oscura,
Un laberinto de sombras en el que estar atrapada,
Todo eso era yo… Mientras los lobos aullaban,
Y cuando llovía, a cántaros,
Y mientras gritaban, a vivas voces…
¡Cómo deseaba irme! ¡Que me rescataran!
Y llegaste a mi vida, a mi vida llegaste,
Me liberaste del miedo, lo arrojaste lejos,
Me hiciste entenderlo… Me hiciste saberlo…
Ahora, hasta lo más doloroso tiene el sabor de tus besos,
Hasta lo más doloroso tiene un sabor dulce,
Y sangraría hasta secarme…
… si tan solo sonrieras…
Porque muero por amor, de amor y con él muero…
Y lo haría con una última rosa en la mano,
Con su rocío resbalando, su rocío, su gota, rocío…
Aunque su espina me rasgara el corazón…
En lo profundo, sangrara, en lo profundo, doliera…
Moriría en tus brazos, moriría feliz…
Entraría a otros mundos, llegaría a otros cielos,
Me alejaría volando, me alejaría, me iría lejos,
Quedando impregnado en el aire tu aroma,
Al partir… Indefinidamente, partir,
Indefinidamente, partir…
Una dulce condena,
Una muerte adorable,
Una lágrima teñida de negro
Una canción para nada desdeñable,
Una elegía absorta en la lúgubre mirada lejana…
Que resbala en el rostro blanco,
La lágrima que resbala, que se deshace en ella misma,
Como cenizas que el viento traslada,
Sólo para volver a sembrarse en otro lado…
Basta tu existencia y mi ser entero sucumbe
Ante esa presencia que mi corazón siente
Y que mi alma conoce, de entre todas las pesadillas
Y todos los sueños que nos habitan,
La vida escogió que lo nuestro se hiciera realidad…
Milagro es el que puebla los días, milagro por demás,
Y le da sentido a nuestra existencia, sentido a la misma verdad…
Porque dentro de cada capullo descansa un ángel,
Que pronto despierta, pronto despertará…
Para hacer de aquél segundo, segundo incesante.
Una incesante eternidad.
Cuando nace el amor,
Cuando surge una unión,
Y las mentiras se van…
Para que nunca te vallas de mi lado,
Sin llevarme contigo,
Volando, soñando,
Que somos el mismo ser,
Gris y añejo,
Como una fotografía en blanco y negro,
Rojo oscuro,
Como el vino,
Como la sangre,
Como la rosa…
Que puesta al viento,
Hermosamente,
Se deshoja…
Para un Führer de Corazón Lunático,
De una General con espíritu Nostálgico.

7-1-08
Porque puedo sangrar,
Y si es por ti,
No duele…
Puedo sangrar,
Pero vos haces vino de mi sangre,
Puedo gritar,
Pero vos haces de mis gritos una melodía en la noche…

Tanto por ver

Hay un mundo único y lleno de recovecos en cada uno de los que pasan hoy por la vereda. Hay universos, constelaciones grandes y completas, en todos ellos que viajan apretados en el colectivo. Hay un sinfín de laberintos, hay acertijos, también respuestas. Hay gritos, plegarias, llamadas, sórdidas voces y avisos. No somos tan desconocidos, probablemente, tengamos mucho más en común de lo que en realidad creemos. Pero pocos asumen el compromiso de entenderlo y transmitirlo. Por eso las ciudades nos hacen sentir tan solos, mas desérticos que los agrestes campos.
¿Cómo han dejado de advertir todos los tipos de miradas que salen de los balcones o que pasan por la calle? Si se fijan bien, hay sueños, hay esperanzas, hay niños y verdades en todas ellas. Somos, los seres humanos, espejos. Pero ahora nos cuesta mas reconocernos, porque nos hemos oscurecido. Nos obligamos a las sombras y nos debemos a lo oscuro. Alguna vez decidimos apagar la luz de nuestra conciencia, pero ya sería hora de prenderla.
Gente que pasa, y ni me ve, por la vereda.
Allí va una joven de la mano de un pequeño, tiene ojos marrones y lucen parecidos ¿Serán hermanos? ¿O será una madre adolescente? En cualquiera de los casos hay algo de poético en esas manitos que se entrelazan, con algo de nostalgia en las miradas perdidas.
Y esa señora, que camina apurada y algo torpe. Va muy coqueta acomodándose el peinado. Debe estar yendo a visitar a alguien, a juzgar por sus gestos luce preocupada: debe estar llegando tarde.
Y si hacen mucho silencio, quizás escuchen los pensamientos de los demás, porque no solo existen los nuestros, sino que hay muchos esperando por ser oídos. Hay que callarse, hay que hacer un esfuerzo, desviar la atención de lo vano. Ahí esta… ¿Escuchan? Son otros latidos, son otras ideas, son los demás: somos todos.
La verdadera conciencia del mundo, la conciencia colectiva, quizás este dormida, pero podemos despertarla. Solo basta con sentir.
La gente siempre sigue pasando…
Y en algún momento, alguien en otro lugar estará mirando a quienes pasan por su vereda, y me verán a mi, y a todos…

martes, 28 de julio de 2009

Lejanía

Te escribo desde el tren, Estoy próximo a encontrarte... Seguramente tendrás alguna carta para mí también... Te sé impaciente y te reconozco de entre todos... Allí estarás, con el papel sujeto y de pie... Y mirame, aún no leo tu carta, pero aún así me apresuro a responder...
Si hubiera sabido que esto costaría tanto... Pero no hay escuela para amantes, ni legislación sobre despedidas... En este mundo todo puede ser programado y al parecer sólo el amor escapa al recetas clásicas y a la posmodernidad y su controversia...
Si alguien de amor sabe, ese soy yo. Porque el amor que me enseñaste no fue sino el mejor. Me lo enseñaste cuando yo no sabía amar, cuando yo creía que jamás aprendería a amar, a volar... Y de tu mano. Me enseñaste el mundo, sus caminos, las tarvesuras y los enigmas. Me enseñaste a vivir y a amar, me enseñaste a conocerte y a descubrirte. Y esa fue la aventura más linda de todas...
pero eso fue, una aventura...
Te conozco de siempre, y no te puedo mentir, y no me puedo refugiar, en nada más que en la verdad...
Y la verdad es que tengo otros proyectos... Y vas a pensar que me aproveché de vos, que absorbí todo de vos, que te dejé sin nada más que ilusiones y castillos en el aire...
Pero, de ser así, quiero que de vez en cuando nos encontremos ahí... Eso nos queda... El resto será historia pero lo recordaré por la noche, cuando esté solo, solo de tí de mí de Estela...
Estela no merece esto, y menos lo merecés vos...
Lucrecia... Nombre de flor y de nombre de niña. Niña que será siempre mía. Mujer que ahora es libre...
Algún día amarás a otro, Lucrecia. Ese día, quizás, yo vendré a tu corazón y quizás me perdones. Y quizás perdones esta partida.
Por eso, hoy y siempre, nunca y jamás,
Te amo.

Gabriel.

Espera

Te escribo desde la espera, con el corazón deshecho y contenido en cada palabra. Te escribo mientras te espero en la estación de siempre, sabiendo que esta vez es la última vez que te veo...
Pasarán los días, los meses y los años, y alguna vez te cruzaré y me encontrarás pensando que no cambiaste nada en todo ese tiempo. Eso es lo hermoso y lo horrendo de tí.
Mientras uno espera, el cuerpo envejece, porque el tiempo pasa y porque lo que pasa es el tiempo... Yo te esperé toda la vida y en toda mi vida te he amado, ahora te dejo partir y esta vez te digo hasta siempre. Porque con nosotros, es siempre un hasta siempre. Siempre es un... nos veremos pronto, o quizás no dentro de mucho... No es con todos así.
Pero esta vez sí tengo la certeza de que si te vas te vas para siempre... No de este planeta, no de esta ciudad, siquiera de esta barrio... Te vas de mí. Te avs a vivir a las estaciones en la que nos encontrábamos... A los parques de diversiones que visitábamos... A cada una de las salas de cine en las que estuvimos... A todos los otoños recorridos y hoy perdidos... A cada primavera en la que adorné mi cabello con un clavel... A cada beso desperdiciado y en cada sábana en la que nos encontramos... A cada amanecer y a cada despedida... A todo aquello que nos definió y que nos supo crear, acercar, y hoy: desvanecer...
Aunque las tristezas no las eclipse tu partida, sino que por el contrario las exacerbe hasta hacerlas casi insoportables, hasta obligarme a recordarte todas las mañanas y en las noches...
Aunque en cada espera me tope conmigo misma y el infierno de recuerdos al cual estoy atada. De entre todo eso, rescato de pasada, que hay hechos muy felices que me harán siempre feliz... Que te habré sabido mío, tan mío como de nadie, más mío que tuyo, y mas tuya que mía...
Mientras me pierda en los días lluviosos, intentaré soslayar la despedida de hoy, pero en los días soleados que se burlan de mi nostalgia recordaré casi burlonamente tus gestos y tu sonrisa de costado. Sólo por divertir al destino, sólo por despedazar los últimos retazos del corazón herido, que se sabe entregado y hoy perdido.
El tren ya llegó... Te bajas del vagón más lejano... Tendré que cerrar esta carta, tendré que verte ahora y enfrentarme a mi misma más que a vos. Porque a vos... A vos te conozco de toda la vida... Soy yo la que está sola ahora, soy yo a la que se le va la vida en un suspiro que me cuesta retener...
Lucrecia.



domingo, 26 de julio de 2009

Ella caminaba por el negocio, y el caminaba un poco más lejos, por detrás. Qué linda manera de caminar... ¿Sería demasiado ilógico pensar que el modo de mover los pies define a la persona? Porque de ser cierto, aquella era una bailarina. Y aunque no lo fuese, en su mente sintió que la quería. Una perfecta desconocida... Desconocida y perfecta. Vestía un tapado negro, botas, y leggins claros. ¿Sería demasiado tonto pensar que el modo de mirar define a quien mira? Porque de ser el caso, aquella era una detective. Y aunque no lo fuese, en su corazón tuvo un poco de miedo. Una detective que lo desconocía... Lo desconocía y su mirada era detectivesca. Se detenía cada tanto en góndolas con discos compactos de música y libros antiguos, de autores que lo eran más. Detective, bailarina, y una contemporánea nostálgica sin duda... ¿Y qué hacía él siguiéndola? ¿Pretendiendo imitar pasos de baile, escapar a la inspección, saber sobre qué leer...?
La miró un poco más y concluyó que simplemente no la volvería a ver otra vez. Como las piezas de arte de un museo escondido en una ciudad remota. Bellísima e impecable, pero lejana y utópica. Así lo concluyó en su mente, y así esperó a convencerse de que no sentiría temor. Entonces, tras una última mirada, se despidió de su perfil sedicioso y del misterio de su postura enfocada en leer.
Se fue rápido del negocio. Literalmente, escapó. Por poco no tropezó con unas cinco personas más que entraban a aquél lugar. Se rió burlonamente de sí mismo al encontrarse delirando por una mujer desconocida y sin nombre. Pero se encontró continuando los hilarantes pensamientos sobre ella, su procedencia, su apodo, su casa... Como un enamorado arrepentido de abandonar el hogar. Fantaseando y delirando sobre la mujer que deseaba. Temeroso y expectante, aventurero e inexperto. Volvió a reír, pero esta vez miró hacia atrás. La vereda desierta enseñaba el paisaje típico de esa región de la ciudad a las siete de la tarde en invierno. Estaba solo, y caminando hacia su casa, nerviosamente.
Llegó. Tiró las llaves en la mesita que estaba al lado de la puerta. Prendió las luces y se sentó en el sofá con hambre y cansancio. Decidió llamar a un delivery, imaginando que una voz tersa y profunda le respondería con un "Hello Stranger..." ( imaginó que hablaría en inglés, sería norteamericana, porque a su mente acudió el tango de Alfredo Le Pera "Rubias de New York") "Hermosas criaturas... " Sí, aquélla era una criatura, sin duda. No era un mujer simple e inocente. Las mujeres simples e inocentes no se entierran en la mente, como si se hubieran adherido a cada terminal nerviosa de aquél. ¿Desde cuándo tenía sentido amar a una perfecta... nadie? Perdón... ¿Había pensado en la palabra "amar"?
Algo no andaba bien.
Llamó al delivery y lo atendió un hombre aburrido que parecía gesticular y maldecir por lo bajo detrás del teléfono, pero prestando atención. Se sintió aliviado una vez más, aunque ligeramente pasmado por la ilusión.
Se deslizó fuera del sillón y fue a buscar la billetera para tenerla cerca. Prendió el televisor de la cocina y mientras tomaba una bebida fría, pasó canal tras canal sin ver nada. Aburrido de la nada, cansado de estar exhausto. Volvió a pensar en ella. En su amada. En su amada perfecta.
Ya que había enloquecido, preferentemente lo haría de manera completa.

(Fragmentos)

Olvido

Frío e insostenible el olvido,

Cuyo cobijo, que si existe,

Se entreteje casi sin saber…


Y perturbado por etapas del destino,

Que remueven y vuelven a enterrar,

Que destierran y vuelven a querer…


Frío e insolente el olvido,

El que obliga a los amantes,

A existir por siempre y a no ser…


Y que de noche se ausenta,

Cuando la noche y sus estrellas,

Hacen que el insomnio ponga a recordar…


Frío y neblinoso el olvido,

Porque deshilacha los hilos,

Que con labor la vida entretejió…


Y que rocía con fineza,

Pedazos de certeza,

Sin regalar más que ilusión…


Frío e imperdurable el olvido,

Que cambia de nombre y pierde batalla,

Pero gana la guerra sin querer…


Y cuando cantan a la historia,

O cuando desdibuja la gloria,

No está destinado a durar…


Frío y costoso el olvido,

Porque es más fácil recordar,

Aunque duela más saber…


Y si pudiera olvidar,

Aún así elegiría guardar

Para siempre y bajo llave…


Frío y doloroso el olvido,

Porque no hay anestesia para tal enigma,

No hay explicación para tal desdén…


Y aunque quisiera olvidarte,

Los haces de mi memoria,

No te recuerdan tanto como lo hace mi piel…

"Sentir... que la vida es un soplo, que veinte años no son nada..."

Volver

Volver

Carlos Gardel

Composição: Carlos Gardel, Alfredo Le Pera

Yo adivino el parpadeo
De las luces que a lo lejos
Van marcando mi retorno...
Son las mismas que alumbraron
Con sus palidos reflejos
Hondas horas de dolor..

Y aunque no quise el regreso,
Siempre se vuelve al primer amor..
La vieja calle donde el eco dijo
Tuya es su vida, tuyo es su querer,
Bajo el burlon mirar de las estrellas
Que con indiferencia hoy me ven volver...

Volver... con la frente marchita,
Las nieves del tiempo platearon mi sien...
Sentir... que es un soplo la vida,
Que veinte años no es nada,
Que febril la mirada, errante en las sombras,
Te busca y te nombra.
Vivir... con el alma aferrada
A un dulce recuerdo
Que lloro otra vez...

Tengo miedo del encuentro
Con el pasado que vuelve
A enfrentarse con mi vida...
Tengo miedo de las noches
Que pobladas de recuerdos
Encadenan mi soñar...

Pero el viajero que huye
Tarde o temprano detiene su andar...
Y aunque el olvido, que todo destruye,
Haya matado mi vieja ilusion,
Guardo escondida una esperanza humilde
Que es toda la fortuna de mi corazón.

Volver... con la frente marchita,
Las nieves del tiempo platearon mi sien...
Sentir... que es un soplo la vida,
Que veinte años no es nada,
Que febril la mirada, errante en las sombras,
Te busca y te nombra.
Vivir... con el alma aferrada
A un dulce recuerdo
Que lloro otra vez...

viernes, 24 de julio de 2009

Contornos

Hay personas de contornos definidos. Colores oscuros o claros. Fácilmente son conceptualizadas, porque ya con tres palabras se dibujan sus contornos, no hay demasiado que entender...
Hay otras personas que no, que al contrario de las anteriores. Personas de parsimoniosos contornos, de colores caleidoscópicos, que parecen muy difíciles de describir en pocas palabras y sin eufemismos. Personas que parecen más bien personajes, que son tan reales que parecen de ficción.
Pero en el mundo hay lugar para todos los contornos, hay lugar para todos. Incluso para mí. Incluso para vos.
Es más probable que las personas de contornos difusos sientan que no pertenencen a este lugar... Y es que quizás no lo hagan, y en una suerte de viaje interestelar hallan llegado aquí... Y a falta de boletos de vuelta queden varados sin más. Pero los contornos se adpatan, y se puede ser feliz. Pero sí, aunque no.
Entre contornos y colores mezclados se crean escenarios diversos... Y de entre todos ellos, surge una historia, un día, una sensación, un momento. Es algo digno de ver, pero no lo vemos todo el tiempo...
A quién se le habría ocurrido entrlazar en este extraño diorama tantos hilos e hilachas en tal danza o contubernio.
Y llega un punto en que uno se pregunta qué sentido tiene dibujar mentiras con una tiza, lanzándo bombas de agua en el aire... Desentonando con el silencio...
Con el cabello enmarañado, y el perfume a distorsión, Alicia manchaba su almohada blanca favorita con el lápiz labial corrido. Una fiesta la había abandonado con su vestido gris desabotonado y el delineador salpicado. Qué glam...
Pero a Juan le encantaba mirarla... Se veía aún más hermosa así. Mejor así que verla sujetando unas margaritas y riéndose de los sinsentidos de los demás... Ya había bastante de esas, no se necesitaban más... La había observado durante toda la noche, pero ya era de mañana, pero ya se tenía que ir. Antes de levantarse la miró un segundo más y se inclinó para correrle el mechón de la cara que no le dejaba ver su lunar, el lunar del pómulo izquierdo. Qué bonita era Alicia cuando no decía pavadas todo el tiempo. Qué lindos sus contornos, era tan alta...
Le dejó una nota en la mesita de luz... "nos vemos el próximo sábado, como siempre. Juan"
Abandonó el departamento y bajó las escaleras con saltos pesados. Otro Domingo soleado para pasar solo y descansando. Tratando de figurarse qué hacía solo en la capital, y qué había venido a buscar, ahora que finalmente estaba por su cuenta.
Juan era una persona de contornos difusos.
Juan no sabía cuál era su tarea en la vida.
Mientras esperaba el colectivo observó el cielo. Celeste y algo nuboso. Casi un espejo.
Y se rió... Le dio gracia verse esperando un colectivo en una ciudad desierta lejos de su ciudad natal. Pero le agradó la rebeldía y le agradó la soledad, más de lo que debería quizás... Aunque a veces doliera. Pero para eso estaba Alicia, todos los sábados y a veces un día más...
Se chocó con varias personas al subir al colectivo. Personas con tantos contornos como expresiones. Pensó, algo petulante, que entre todas ellas ninguna se parecía a él. Pensó, hasta pensó que quizás, merecía más espacio que los demás. Después de todo allí no se podía respirar... Se respiraba el aire del otro, se respiraba la incógnita de todos y de cada uno. De pronto se sintió invadido, y esto le volvió a dar gracia... ¿Quién puede sentirse invadido en un colectivo?
- Todos, en realidad... Si lo pensás es algo hasta íntimo. Viajamos todos apretados, todos somos de diversos lados y todos a caminos distintos, compartiendo el mismo aire y asimilando miradas... Dueles si lo pensás así ¿No?
- Sí, puede ser... No se supone que alguien diría eso...
- Eso porque creés que sos el único, y nosotros somos iguales, Juan.
Juan se sentó junto al anciano de traje. Y lo saludó efusivamente. Conversaron largo rato hasta que tuvo que abandonar el viaje. Le prometió llamarlo pronto y enviar saludos a la familia.
Caminó y caminó... No estaba seguro de estar llendo a algún lugar.
Pensó que la próxima vez no tomaría un colectivo, preferiría un remis. O sino caminar. Caminar lejos de todos... hasta de Alicia, hasta de sí mismo, hasta del viejo que se le aparecía siempre y le mandaba saludos a su hermana y a su sobrino...
Porque hay personas cuyos contornos ni siquiera son contornos. Son caminos. Esas son las más difíciles de entender. Su existencia no es precisa, pero es tan bella...

jueves, 23 de julio de 2009

Vampiros

Fríos, dolorosos, lejanos, pero siempre detrás...
Cual mirada ensimismada, helada calma vertiendo de sus ojos...
Qué hermosa manera de precipitar el dolor...
Observando, por instantes divinos, la perfección...
Agonizante sonrisa.
Cuerpos entumecidos.
"Dame, mi amor, la eternidad... " Dijo y la desangró... Pidiendo piedad a la oscuridad porque la luz la retrató...
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El bosque cubierto de la humedad de la lluvia.
La oscuridad serpenteada por neblinas luminosas...
El espectro se desliza, el viento los desdibuja...
Y cada tanto sus susurros la despiertan...
Cada tanto las heridas desterradas de su alma
la retornan al escenario de su agonía...
La agonía más dulce ymás hermosa, más perfecta y dolorosa...
Agonía de sangre y de amor...
"Así era él..." ...Recordó... y sentía que volvía a brotar de sus muñecas y de su cuello, el pulso y el pálpito de la última noche juntos...
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Se perpetraba en su alma...
Se convertía en su cómplice...
No era amor, era devoción, era completa entrega al misterio que lo envolvía...
Se apareció en su casa, en una de aquellas tardes victorianas...
Casi salido de la nada, pero siempre presente desde sus sueños...


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Había caído en su trampa, y ahora estaba presa en una noche eterna...
"¿Cuándo amanecerá?"... se preguntó... Y miró a los Cielos preguntando si quizás volvería a ver la luz...


Y finalmente lo vio... Era un amanecer rojizo... Cubierto de aves y de nubes, cubierto y salpicado...

Presenció el estreno del paraíso de su amo... No mentía cuando le dijo, que la eternidad era para ambos...

Ilusión

Fuiste acaso una ilusión, que hasta me llenó de dicha. Tiras de imágenes que te retratan, imágenes que te pertenecen. Nunca estuve demasiado cerca, quizás sólo te aprecié desde lejos. Quizás sólo desde lejos puedo apreciarte y llenarme de dicha. No te veo estos días. ¿Por qué te has desaparecido?. No te recordaba, hasta que te ví caminando y recordé tu rostro. Seguramente no recuerdas el mío. Para qué las ilusiones... ¿Alguna vez soñaste conmigo?

Sedición

Circulan entre nosotros vientos de conspiración,
los insurgentes que alzan sus manos...
Tocan con ternura los Cielos olvidados,
y gritan a quien los calle con locura...
¿Dónde están las respuestas?
Sin embargo se percibe el aire a sedición,
a falta de política y cordura,
y si encienden el cerillo de la rebelión,
se engendra el movimiento y la doctrina...
¿Dónde están las personas?
Reclusos de su propio movimiento
han silenciado la inciativa,
vencedores que alguna vez vencidos
se recuperan en el día...
Doblando por la esquina, un gesto basta,
los delatores y traidores son condenados,
el desprecio y desamparo no son precios arreglados,
y ninguno de ellos está listo para pagarlos.

Carta al destino

He lanzado al viento las viejas promesas y los sueños incumplidos, ya no me das miedo...
llévatelo todo, que quede conmigo lo que tenga que quedar... lo que realmente vale la pena.
Eso sí, siempre hay trampas, a saber... los acertijos y los recuerdos, que de pronto ( y no tan de pronto) remontan. Son como barriletes en medio de la tormenta, como refusilos que antelan la tempestad...
Me limitaré a no quedar enredada en el tiempo, a seguirte el paso lo más que pueda. Pero siempre cuesta partir, y más cuesta esperar. Entonces queda perseguirte, lo hace más real.
Lo gracioso de tí, es no saber qué me deparas, y hasta qué punto me conoces...
Me has jugado tantas malas pasadas, pero la mayoría de las veces me entiendes... Viendo y considerando que no soy fácil de entender, te preguntaría por qué siempre tantos enigmas... Pero sé tu respuesta. Porque solamente entregas lo que te piden. De qué otra forma funcionaría el mundo...
Bienvenidas y despedidas, ternura y frialdad... De qué lado estás, destino. De qué lado me dejas a mí.
Te escribo en servilletas de los cafés, con las cenizas de cigarrillos, con las burbujas del acohol, con privilegios y prefijos, te escribo cuando no estoy escribiendo, sino cuando derrocho el tiempo en mí o en alguien más, cuando no queda más que decir...
Cuando recuerdo que de pequeña suspiraba el porvenir...
Yo creo que conozco a alguien que tiene tu nombre, y lo he buscado en las páginas de la historia. Ahí estás, creo yo. Ahí estaré, alguna vez...
Lanzo esta carta sin fecha ni remitente, porque sé bien a dónde va...
La contestación sé donde buscarla, sé donde obtenerla, sé por donde llegará...

Tempestad

Te ríes y vuelves a valorar,
las ansias de nuestra tempestad,
eras la lluvia y yo la tormenta,
eras la clave y yo el enigma...

Te vuelves y miras atrás,
las ansias de la tempestad,
llovías nostalgia en estocadas finas,
corría en torrentes de melancolía...

Te miras y valoras en mí,
las noches enteras soñando despiertos,
eras la mar, la bruma, y los adentros,
era el acantilado, las nubes grises y torrenciales...

No te pierdas solo en las aguas de nuestra tempestad,
la vorágine te envuelve y te reclama para sí,
pero yo puedo salvarte, al mirar dentro de tí,
la tempestad te ha consumido, te ha vuelto marchito...
Te ha convertido en mí.

En puntas de pie


Huye ahora que no te ven,

Haz silencio, y ve despacio…

Caminando en puntas de pies,

Una bailarina huyendo y cantando…

Ve tranquila, pero despacio…

Caminando en puntas de pies…

No te caigas mientras corras,

Que no te oigan o irán a ver…

Y cuando estés lejos, tan lejos,

Cuando estés tan lejos, lejos…

Entonces mira, pero no,

Entonces mira, pero sin volver…

Porque vas descalza y en puntas de pies,

Una bailarina huyendo y bailando,

Vas gritando con puntas de pies…

No te caigas, o te harás daño…

Detente y descansa, sobre las rocas,

Las rocas lastiman la piel…

Detente y descansa, pero no,

Que la piel está herida, aún no,

Las rocas endurecidas te hacen doler…

Pero es porque caminaste en puntas de pies,

Una bailarina huyendo y sangrando a borbotones…

No te levantes, se asoma una sombra para ver…

Entonces vuelves a estar sola,

En un bosque que te ha desvestido,


Una bailarina en su exilio, deja de estar en puntas de pie…

Y sientes un gran alivio, pero quieres bailar, quieres volver…

Baila, pero no, no puedes volver, baila…

Mientras la noche te cubra, baila,

Mientras haz silencio y ve en puntas de pie…

Una bailarina danzando y sin más que perder…

Dual

Mezcla de felicidad y tristeza al contemplar lo que queda por venir…

Tristeza porque el pasado se aleja, y sobre eso nadie puede mentir…

Feliz porque con sutileza los fantasmas parten y nos dejan dormir…

Feliz porque hay un futuro, aunque el presente se disuelva sin persuadir…

Entre fatalidades escatológicas y pedazos de ausencias hay rayos de luz,

Iluminando alacenas, recámaras enteras, donde duerme los rostros de la juventud…

Fuego que arde sin peros, que arde de lejos, lo mira el viajero por el retrovisor…

Iluminando carreteras desde quién sabe donde, pero creciendo de dentro, desde el corazón…

Superpuestos milagros y redenciones, peligros y clamores, viviendo a la par…

Descubriendo que no hacen falta consignas para vivir la vida, sólo saber amar…

Sabiendo que mientras más uno camina más camino queda y más aún por andar…

Pensando en los viejos tiempos, recopilando sueños, queriendo alcanzar…

Mezcla de felicidad y tristeza, ella se sienta cual realeza en el trono de nadie…

Tristeza porque te has ido lejos, has dejado lamentos y combatida la barbarie…

Feliz porque igual te recuerdo, quedan intersticios del tiempo, no lo sabe nadie…

Y aunque la felicidad sea esquiva, la voz de tu risa no escatima en alcanzarme…

Quisiera ser otra... En este momento no quiero ser yo...
Quisiera irme de mi cuerpo y viajar y dormir con vos... Dormir con vos...
¿De qué me sirve este cuerpo? De qué me sirve hablar así...
Quiero desaparecer, tocar tu pecho en la noche, y respirar de ti...
Respirar el aire que exhales, cualquier cosa que me llene de tí.
Porque hoy estás demasiado lejos.
Hoy estoy perdida...

miércoles, 22 de julio de 2009

Sin terminar

- No llores - Le dijo, y corrigió la ruta que una lágrima trazó en el rostro de ella. Lágrima teñida de delineador negro y contrastante en la tez blanca, lágrima que bañaba su mejilla como tantas veces la envolvió con su mano.
"No llores" repitió. Sabiendo que eso no la haría llorar menos, pero si lo oía quizás se sintiera más consolada. Aunque las recetas comunes no funcionaban con ella. Esta vez ambos pretenderían que sí funcionaba.
De repente el mundo entero dejaba de tener sentido, en uno de esos instantes que se vuelven infinitos. Como si el tiempo se detuviera, y una rara sensación de vértigo recubriera su cuerpo, su mente... Al punto de sólo querer desaparecer de allí. De lo contrario, no se sostendría más. Había que correr, había que huír... Dejarla ir y dejarse ser...
De pronto dejó de llorar, y lo miró sonriendo. Sin decir más se volteó y tomó el remis que la esperaba, y que los miraba con ironía y hasta diversión. Sin entender el cuadro pero admirado por la devoción que los amantes parecían tener el uno por el otro, pero la frialdad con la cual ella se desprendió de él. Repentinamente. ¿Acaso ella sonrió? Qué rara manera de demostrar amor... Dolorosa forma de desistir. Al parecer no era el único que lo creyó así...
Le dolió esa sonrisa a aquél a quien fue dedicada, por eso no se la devolvió. Le dolió tanto que prefirió cerrar los ojos y respirar hondo para decir la próxima palabra.
- Adiós... - Y fue un adiós decidido, pero bajo. Casi un susurro, pero que llegó a sus oídos. Ella levantó la mano, su rostro a través de la ventanilla, en señal de saludo. El miró sus labios y vio su adiós, y le pareció curiosa esa imágen sin sonido. Como un grito que ensordece al oyente. El la contempló un rato y después se volteó a seguir caminando, deshaciendo el camino que había hecho hasta allí. El auto arrancó, ella tampoco volteó. Caminó... un paso tras otro. Despacio, para no marearse más. Pero unos metros después se detuvo y tomó de su bolsillo un sobre. Lo miró con desdén y lo lanzó al vacío... La lluvia borraría la tinta, la suciedad cubriría lo blanco, los pisotones lo desaparecerían, y el tiempo haría que doliera menos... Porque así era ella, un adiós constante, un acto de gris despedida. El día era gris, el invierno era más frío que nunca... Y desapareció bajo la lluvia aquél hombre taciturno con los dedos aún manchados del negro delineador.
Detrás de él un niño corrió y levantó el sobre que el hombre tiró. Se había humedecido al contacto del piso, pero aún no se había hechado a perder su contenido.
- ¡Señor...! - Gritó. Pero el hombre ya había desaparecido al doblar la esquina, dejando detrás el espacio para el enigma que surgía de aquél sobre y el olor a gasolina que había dejado un auto oscuro al arrancar, con una mujer dentro.
Abrió el sobre y había una carta, fechada y hasta titulada. Quien la escribió poseía una letra algo nerviosa, algo desesperada, pero siguiendo la línea del renglón...
"Amelia... Cuando leas esta carta estarás sola en tu habitación, no creo que desees leerla en el viaje, sabés perfectamente que te haría arrepentirte, aunque digas que es exacto lo que querías..."
El niño detuvo la lectura, de repente sintió que la atmósfera cambiaba, porque imaginó a la mujer leyendo la carta, detenidamente y con un vaso de whiskey en la mano, o tal vez un cigarrillo a punto de apagarlo... Sintió que había ingresado en otro espacio, uno sumamente íntimo y de otros códigos... Se sintió intruso, y miró a su alrededor sintiéndose un loco, para verificar si aún permanecía en la vereda desierta y curiosa donde nadie sabía lo que estaba haciendo... Pero sumamente curioso, continuó la lectura...
"Destilar algo tan específico, de todo ese caos... Es como convertir aire en oro... Y lo arruinaste, porque era verdadero... ese oro que logramos era sólo nuestro, y no sé dónde se ha ido... No sé dónde estás, porque quien lee esta carta no estoy seguro de que seas tú... la persona a la que amé.."
Nuevamente, el lector se detiene, porque siente (esta vez, demasiado certeramente) que algo está ocurriendo, que de verdad quién escribió la carta lo estaba mirando a él... De nuevo la atmósfera algo pesada, como si ya no fuera donde realmente estaba antes... Entonces se enjugó los ojos y se rió nerviosamente... Qué estúpido! Una vez que encontraba algo con qué entretenerse y sólo atinaba a pensamientos ilógicos... Por si acaso, volvió a chequear la vereda desierta, y notó que alguien pasó caminando sin ver quién era y sin importarle continuó leyendo. Era una vereda pública, mejor se hacía a un costado. Se sentó en piso y reclinó su espalda contra la pared... continuó leyendo... ¿A qué se refería el desconocido con que no era ella quien estaría leyendo?
" Claramente no eres la mujer que conocí. ¿Será cierto entonces lo que todos hablaban? ¿Qué creer cuando de pronto todo cambió...? No quiero herirte ni faltarte el respeto, es sólo que el aire me falta ahora que pienso en vos... Es como si algo me sofocara... ¿Realmente estás ahí?... ¿Quién está leyendo esto?... ¿Dónde estás? ¿Quién eres?..."
El lector sintió que algo se cerraba en su garganta, volteó la hoja para continuar leyendo... pero quiso volver a empezar la carta, no podía seguir el hilo... Había algo que no entendía... y al volverla a su comienzo se encontró con una carilla en blanco, con la tinta ausente... ni una palabra de las que antes había leído... No es que la humedad las hubiera borrado, porque esa carta estaba totalmente limpia... Y ahora de ambos lados... Y ahora de nuevo la sofocación...
"...¿Dónde estás? ¿Quién eres...?..."

- ¿Quién eres? - Un hombre le toca su hombro y el voltea sobresaltado. No era la vereda desierta aquélla era un estudio, una oficina, y el día que se vislumbraba a través de la ventana era uno muy soleado... - ¿Qué haces en mi oficina? - El hombre levanta un poco más la voz. Detrás de él una mujer, mucho más joven, que le sonríe al niño cuyo rostro sumamente asustado y sorprendido la miró detenidamente.
- No le grites, es sólo un niño... Y no sé qué hace por estos lugares, pero no parece malo... - Le dedicó una sonrisa - ¿No lo sos?
El niño miró de nuevo al hombre. Negó con la cabeza. En su mano conservaba la hoja, hoja en blanco, hoja culpable de ese extraño pasaje.
- No sé dónde estoy...
- Claramente... - El hombre dejó su portafolios a un costado, y se le acercó - Si estas perdido, sin hacerte más preguntas buscamos tu casa...
- ¿Qué tiene en la mano? - Pregunta la joven, y le sonríe de costado - Quiero ver... ¿Me dejás?
El niño la mira y le resulta hermosa. Le tiende la mano y le da la hoja.
- Pero no tiene nada, se le borraron las letras...
- Obviamente, tomó esa hoja del piló que tengo allí. - Dijo el hombre, arrogante, y miró al niño señalándole lo mencionado - Devolvela, hijo, no está bien robar.
- Es sólo una hoja... Dásela, y dale algo más, pobrecito... - La chica se acercó y acarició su cara. - ¿Tu nombre? - Mientras hablaban wl hombre recibió una llamada, y fue hacia al pasillo a conversar.
- Lautaro - Respondió el niño
- Ah... Ya veo. Yo me llamo...
- ¡Amelia!- Interrumpió rápidamente el niño - La carta decía "Querida Amelia..." Supongo que te la escribió él.
La sonrisa se borró del rostro de la joven. Miró hacia abajo y replicó
- Ariel nunca me escribe cartas... ¿A qué te referís? - El niño olvidó el propósito de sus palabras. Se enamoró del rostro triste de la muchacha.
- ¿Por qué no te escribe cartas?
- No sé, no le gusta...
- ¿Por qué no le gusta?
- Le escribe a su esposa, a mi sólo me ama
La muchacha se paró y se acercó a la ventana. Qué esbelta era. Tenía un rostro triste, quieto, pero hermoso. Imaginó qué hubiera sentido él si una mujer así se fuera y qué le escribiría... De pronto entendió el trazo desaparecido de la carta, ese trazo nervioso pero decidido. Y sintió que si el fuera adulto y viviera un romance con ella seguramente le dolería mucho que se fuera.
- ¿Por eso lo querés dejar?
La chica lo miró. Seria, con ojos fulminantes. Debió de haberse sentido invadida, porque se sonrojó también. Ese gesto delator de su debilidad no era congruente a su mirada peligrosa. había un doble discurso en su cuerpo, en su forma. En su voz. Pero no en ese gesto.
- Sí. Pero en realidad es más complejo... Es más difícil... Sos tan pequeño, no podés entender que...
- Tengo 12 años, sé por qué mis padres se separaron. ¿Por qué no puedo entender tu situación?
Lo miró, con más recelo. Casi son cautela. Un poco de odio brilló en sus ojos.
- Ariel tiene un hijo como de tu edad... Del cual no me habla. De hecho no me habla de su vida, teme que interfiera. Está casado y quizás su matrimonio termine por mí... Lo que quiero decir, Lautaro, es que sea cual sea la causa por la que terminó el de tus padres, esa que irrumpió pude haber sido yo... No es bonito ese lugar, en absoluto. Además tengo otro camino, y mi camino no es éste. El ni siquiera me ama... Pero soy lo más bonito que vio, y quiere conservarme... Ni siquiera me ama... A veces creo que no.
- Yo creo que sí te ama. Y nunca vas a saber cuánto...
De pronto ella soltó unas lágrimas. Y se fue de la habitación.

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