“Niña, adolescente, los libros me salvaron de la desesperación; eso me ha persuadido de que la cultura es el más alto de los valores, y no logro considerar esta convicción con mirada crítica.”

jueves, 30 de julio de 2009

El diario de Zack (Las cartas son Lejania y Espera, 1 y 2)

Todos los seres humanos buscamos ser felices. Nos desvivimos por serlo. Esa búsqueda nos quita la vida, y aunque jamás la alcancemos nos contenta… Por alguna extraña razón nos contenta, nos motiva.
Nos enamoramos de la búsqueda, y en el camino creamos lazos con todo el mundo, que acaso nos hacen sentir acompañados en el largo transcurso… En cada nuevo emprendimiento reconocemos pequeñas nuevas búsquedas, y cada una a su manera nos llena de dicha. Y no importa ya el objetivo primero, el objetivo grande, el innato (que se sabe utópico o perdido).
Creo, en el transcurso de toda mi vida hasta ahora, haber sido verdaderamente feliz sólo tres veces.
Una de aquellas oportunidades, estuvo protagonizada por ti, Estela. Por ejemplo, el día en que finalmente te besé, la vez primera en oírte decirme “Te Amo” ¿Lo recuerdas? Fue un tanto gracioso, aquélla noche en mi apartamento... Y creo también, que nunca voy a volver a ser tan feliz como lo fui en los momentos que pasé contigo, fueron sucesos extraordinarios para mí.
Estela era extraordinaria. Por más clásico que suene, lo supe desde que la conocí.
Tenía algo distinto a todas las demás. ¿No lo tienen acaso todas las Estelas? Un aire de vanidad al caminar, un rostro que podía pasar de ser inexpresivo a reflejar las emociones más diversas, rasgos que le han pertenecido desde siempre. Odiosa y vanidosa, pero humilde y cariñosa, dependiendo el día. Dependiendo su decisión.
Ella fue el primer ser humano que entendió al mundo y a las cosas como yo lo hacía, y que me demostró qué tan reales podían ser aquellas cosas que creí ilusiones. Era un ser muy superior a todos los que había conocido, y, como ya dije, nunca nadie me hizo tan feliz.
Sí, fue el amor de mi vida. Mi existencia jamás volvió a ser la misma después de haber tomado contacto con la de ella.
Fue tan hermoso lo que tuvimos, fue tan… trascendente. Es esa la palabra que mejor define a nuestra relación, la trascendencia. Un amor como el que tuvimos no puede estar destinado a perderse, una historia como la nuestra no puede ser olvidada. Así de triste, así de hermosa… ¿Qué clase de castigo otorga el destino a los desgraciados amantes que se desencuentran? ¿Qué clase de trampa tiende la vida, a los enamorados, cuando corta los lazos que los unían tan fuertemente? A pesar de todas esas paradojas, que tantas noches (tantos años) me han desvelado, creo firmemente que el corazón es como el cristal: hasta la forma en que se rompe es bellísima.
Con Estela transité las etapas más importantes de mi vida. Ella era mi vida, y creo que se transformó en mis deseos de vivirla. Ella era mi nueva búsqueda, no me importaba lo demás. Todo lo que hacía, lo hacía más por ella que por mí. Nada me gustaba más que oír su risa, u observar ese gesto que hacía, esa sonrisa sofocada y su rostro sujeto en sus manos.
Cuando la perdí, sentí que también había perdido mi identidad, ya no sabía quién era ni donde estaba. Si el mundo se hizo mundo gracias a lo que ella me enseñó, cuando se fue, aquel mundo tuvo un final apocalíptico ¿Cómo construir uno nuevo? ¿Cómo volver a empezarlo?
Pero supongo que, como dicen, cada amanecer es un nuevo comienzo…
Pero a mi cada amanecer, me recuerda su rostro, su manera de mirar, de ser. Razón por la cual, no hallo un nuevo comienzo, sino un reencuentro con mi pasado. Pero es un reencuentro conflictivo, y hay veces que no puedo lidiar con ello. Un eterno retorno, y ya estoy tan viejo… Quizás uno de estos días ese eterno retorno me devuelva, finalmente, a sus brazos…
La verdad, no recuerdo bien cual fue el momento en que la vi por primera vez. Tengo, más que un recuerdo, una sensación. No he retenido los detalles exactos de cuando nos conocimos, y es esto una peculiaridad. Explicaré que, en general, los enamorados siempre recuerdan cómo se conocieron, en esa suerte de “flechazo” que caracteriza al jovial amor. Es un “cliché”. Éstos suelen relatarlo en reuniones familiares o escribirlo en algún diario íntimo, con un aire de vuelta al pasado y un suspiro, o una sonrisa ensoñadora. Pero eso es algo que no me ha sucedido. He intentado descifrar por qué. Yo cuando hablo de Estela hablo como si siempre estuviera ahí, como si nunca se hubiera ido. Es que a las partidas las define la ausencia en el ser del otro, y ella nunca se ausentó de mí, está siempre… En cada pasaje de mi conciencia ennegrecida por los abriles transcurridos, ella permanece, aunque todo lo demás se desvanezca…
Seguro ella lo recordaría, volviendo a nuestro primer encuentro, tenía una memoria prodigiosa.
Es como si siempre hubiera estado allí, esperándome, y yo hubiera llegado después. Me da escalofríos sentirlo. Pero así se siente. Yo fui después, ella siempre fue antes.
Sí recuerdo, en cambio, su partida; porque fue lo más doloroso y triste que me tocó vivir. Acaso se burla de mí el destino, entregándome al olvido de aquél momento especial y abandonándome al despojo de mi identidad.
Muchas cosas me recuerdan a Estela. Todo, en realidad. Pero hay determinadas cosas, hechos, que me recuerdan exactamente a ella y no, simplemente, en general.
Estela esta en la medianoches, en el rocío de la mañana ¡En las lluvias! ¡Por supuesto, en la lluvia! En las canciones, y en el amanecer…
Estela era un amanecer. Así de fresco, así de nuevo, y diferente cada mañana pero siempre despampanante. Una canción. Un acorde. El acorde que mejor quedaba en la canción…
Hay veces que duele tanto su ausencia, que duele tanto que no me deja más de doler… Me confunde tanto el pasado y el presente, que simplemente deseo llorarla incansablemente hasta decantar de mi corazón hasta su ultima huella. El corazón, fama de máquina, fama de prestidigitador, no funciona bien en un hombre solitario. Lo intenté, pero jamás lo logré. Siempre hay una melodía que, suave como una brisa, la trae de nuevo hacia mí. Esa melodía, el espectro de esa música, ha enloquecido mis sentidos. Sin embargo aún no la compuse, aún no pude transmitirla a mi piano, convertirla en letras musicales.
Se que hasta que no logre hacerlo, no podré superarla. Esa canción no está destinada a ser escrita, esos sonidos no están destinados a ser tocados. Pero tendré que encontrarlos, para encontrarla a ella… A ti, Estela, por última vez, amor mío…
Yo soy músico.
Haber tocado mi primer concierto de piano fue una de esas tres veces en las que fui feliz.
La música. Hacer música, oír música, vivir música, transmitirla. He tenido la fortuna de haber podido dedicarme a aquello que tanto me gusta, y que siempre he querido.
Soy pianista y violinista, es decir, soy músico y compositor también. Es una profesión mágica la de músico, así como la de escritor. Ambos tienen la capacidad de canalizar a través de las palabras y de las connotaciones hechos, historias, y expresiones, que de lo contrario nadie entendería. La literatura y la música dan vida a la vida, porque construyen escenarios, y estos son fundamentales para la proyección de caminos. Senderos. Para iniciar búsquedas…
La nostalgia, la melancolía, el romanticismo, que encierra una pieza musical en violín, es sólo comparable a la magnanimidad y a la belleza del amor, de los sentimientos, la pasión.
La magia, el misterio, la simplicidad y la inmensidad, que acompañan a cualquier nota de piano, hacen de este instrumento una varita mágica para el alma creadora.
Así, para el escritor, son las palabras los elementos mas preciados que en combinaciones precisas, que a veces se dan espontáneas, logran resultados insospechados.
Hay individuos privilegiados, dotados de un talento especial, que poseen el don de saber llegar a otros. Tocar el corazón de otra persona, ocupar un lugar en su mente y sembrar un pensamiento nuevo, lograr un despertar ¿No es, la retórica, algo maravilloso?
Estela y la música significan para mí la misma cosa. Son mis amores. Es mi amor, esta Estela hecha de música, esta música hecha de Estela, ese amor que ya no esta y a la vez esta siempre. Ya no se como definir esto… pero ¿Necesitara realmente una definición?
¿Cómo fue que empezó todo? Al final del día, solo esto me pregunto. Sólo esa es mi obsesión.
Y esto empezó, inconfundiblemente, con aquel libro viejo. Ese libraco, que hablaba de amores y tormentas, de tormentas y olvidos, de rencor y de odio, de odio y de temor, de vida y de muerte, que hablaba de amores y de tormentas. “Cumbres borrascosas” Lo leíamos en esa clase de Literatura, y a Estela le apasionaba aquélla ficción.
Falta un momento. Tres momentos me hicieron tan felices como un hombre puede serlo. Pero sólo pude serlo en esos tres. Estela, concierto de piano, y uno más… Uno más… Definitivamente, hubo algo más.
Lucrecia. Lucrecia no fue mi amor verdadero. Lucrecia jamás sería Estela. Mi Lucrecia, era mi niña… Era mi eterna niña, pero jamás sería mi mujer. Estela era mi mujer, a ella siempre la amé más. A Lucrecia la lastimé demasiado, y hoy está viva y lejos de mí como siempre debió estar… Después de todo, es uno de mis momentos, siempre fue una más, siempre fue una de muchas. Lo que hice con ella fue traición, más solo física, porque mi amor fue de Estela.
Lucrecia me conoció de siempre. De niños, por ser vecinos, por ser amigos, compañeros de alma y confidentes. Lucrecia viajaba en el tren conmigo hacia la escuela, hacia el trabajo, hacia donde fuera… Ella iba. Siempre estuvo enamorada de mí, y para mí no fue más que un enamoramiento, un amor hermoso pero no verdadero. Acusarlo de falso sería mentir. Acusarlo de único y verdadero sería falsear.
Lucrecia fue mi novia y mi amante por muchísimo tiempo, antes de conocer a Estela. Antes de conocerla, todo era Lucrecia y vaguedad… Luego de conocerla, siempre la deseé más, siempre la amé más, siempre soñé con ella… Hasta que la tuve, pero a Lucrecia no la podía alejar de mí, todavía tenía dudas de joven adulto y de adulto estúpido hasta que entendí que eso no podía seguir, que Estela era mi vida y Lucrecia mi recuerdo.
A ella le he escrito cartas, pero mandé sólo dos. Recibí una, y la otra tengo la sospecha que Estela la confiscó. No se necesitan más palabras para transmitir la verdad… Se requieren silencios, son ellos los que callan o avivan lo que deba ser, los que cubren los intersticios y recubren los abismos con verdad y noción, aunque simulen olvido o perdón. Mi relación con ella es hoy un silencio para los dos. Plena y permanente, olvidada y recurrente, presa de ella y fugitiva para mí. Pero sin duda, me hizo feliz.

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