“Niña, adolescente, los libros me salvaron de la desesperación; eso me ha persuadido de que la cultura es el más alto de los valores, y no logro considerar esta convicción con mirada crítica.”

viernes, 6 de agosto de 2010

"Nos desvelamos con Sartre
Pero fue Simone quien nos ayudó
a hilvanar nuestra protesta..."

Salaberry "contra viento y marea"



Hay aire a protesta, se escucha un quejido, que viene desde bien lejos, que hoy lo hago mío.
Es un grito gutural, que se torna eco en la noche, que reviste de día el oxígeno que se inhala.
Es una queja ancestral, de otros Dioses, de otros cuerpos, más nuestra, más viva que nunca.
"Es aire de sedición..." escuché decir. No, contesté, es aire de Revolución.
"Es aire de viejas batllas" me dijeron al pasar. No, repliqué, es una contienda más nueva que nunca.

La trascendencia de esa queja ha hecho que todos los nacidos desde que se ha hecho manifiesta lleven en sí una marca. Llanto y bronca. Llevar el corazón en la mano es la mejor arma para enfrentar a los enemigos de la Historia. No en vano los seres humanos saben llorar. Ningún otro ser vivo puede derramar lágrimas sintiéndolas, fabricándolas, a partir de una queja. Podemos llorar de pasión, de felicidad, de tristeza. Desde que el mundo es mundo, para nosotros -y nuestra corta existencia- es que el hombre ha llorado angustiado de su absurdo, angustiado de su intrascendencia, angustiado de su angustia.

Esa queja se emitió, tal vez, por primera vez en la boca de una mujer. Una diosa, Lucifernia, compañera de Luciferarius "el que lleva la luz", en el pueblo Abelam.

Lucifernia vio pelear a sus hermanos, los vio herirse de muerte, vio sangre roja derramada en vano (¿Quién gana en una Guerra?)
Vio a la Hipocresía darle la mano al Cielo, saludar a un Dios mudo cuando los jóvenes se decapitaron, a falta de padres y de redentores.
Saludó a una virgen llamada "Milagro" que vestía un exuberante pop art, llamado Pos Modernidad, conduciendo un aparatejo modernoso, saludando a los grises y sonriendo con su estola.

Lucifernia temió por sus hijas, temió por sus hermanos, temió por las virgenes incestuosas e inmaculadas que no saben quiénes son y andan perdidas hasta ser violentadas por un sistema represor que las exhibe como runas en banderas que no son nada para quien las porta.

Temió tanto que lloró desconsoladamente y repitió por lo bajo que hasta que no se hermanaran las naciones, hasta que nadie diese la vida por la vida del otro, hasta que nadie recordase y prestara un oídoatento hacia los lamentos de quien lo circunda... Ella no se quedaría en la Tierra, cruzaría las mismísimas tinieblas, porque los seres no merecen Dioses si no saben mirarse entre sí como espejos del otro.

"
¿Cómo has caído del cielo
astro rutilante,
hijo de la aurora,
has sido arrojado a tierra,
tú que vencías a las naciones?
tú dijiste en tu corazón: el cielo escalaré,
por encima de las estrellas de Dios elevaré mi trono. (...)
Por el contrario , al seol has sido precipitado.

Is 14, 12-15"


Fue cruzando las tinieblas y derramando bronca y odio y deseo por sus poros, por sus ojos, había llamas y cenizas...
Sus ojos ya no eran ojos, eran océanos que intentaban apaciguar su alma, humedecerle hasta el tuétano para contrarrestar el calor de sus llamas...
Cuando Lucifernia se lanzó al Infierno, la siguió un séquito de ángeles salvadores, enojados con el mundo y los seres que los olvidaron por atribuirles traición.
No fue traición la de Lucifernia, que enceguecida por el temor y la angustia abandonó su absurdo. Fue traición la del Hombre que decidió en vez de aceptar ese reclamo tomar una cruz y crucificarse todos los días.

Desde que Lucifernia huyó del mundo, los hombres y mujeres lloran. Hombres y mujeres se aman, se detestan, se enceguecen porque Lucifernia aparece en cada pálpito fuerte que da el corazón humano.

El espítiru de cólera abrasó a Luciferarius que prometió contar su historia a todas las generaciones.

Hoy me llega ese quejido de protesta, ésa niña perdida y convertida en Diosa, exiliada y combatida.
"Es aire de idealismos" me han gritado en la vereda. No, respondí con lágrimas, es aire de esperanza.




N.



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