“Niña, adolescente, los libros me salvaron de la desesperación; eso me ha persuadido de que la cultura es el más alto de los valores, y no logro considerar esta convicción con mirada crítica.”

miércoles, 11 de agosto de 2010

Dandelion Surrealista I


Yo, para todo viaje
siempre sobre la madera
de mi vagón de tercera
voy ligero de equipaje.

ANTONIO MACHADO




(Érase un tiempo y espacio que no es necesario especificar. Que el lector apropie y reubique en sí el mundo que quien escribe entrega en sus hojas. Lo importante es el tren, y la gente, y el piso. En el piso yace una joven, joven de cabello oscuro y ojos demasiado abiertos para ser ojos, demasiado cierto para ser mentira. ¿Qué hace allí? Se preguntan todos. Ella simplemente yace. ¿Qué tendrá esa niña? ¿Estará loca? Y ella simplemente yace. Yace. Yacer, verbo copulativo, a continuación del cual aparece un predicativo subjuntivo obligatorio. Verbo, Acción. Accionar. ¿Acción aceptada o bizarra? ¿Acción buena o mala? No le importa, ella yace. Ella subió al tren y nadie le preguntó si era feliz, si era feliz ese día o si el sol no debería ser violeta.)






-Señora ¿Usted es feliz?
La joven sube al tren en la estación Art Nouveau. Al mejor estilo Madame Lamort, la mujer voltea y contesta:
- ¿Se supone que deba serlo? Decime el kiosco donde venden eso que decís "Felicidad"
- Es un caramelito edulcorado, rico, se puede llevar...
- No, no estoy feliz, pero es culpa de Alejandro, volvió con la noviecita que tenía.
Hizo una mueca de rutina convertida en tic nervioso.
- Ya veo
Ojos cansados, porque pasó la noche llorando. La joven se sentó en el piso, a mitad de pasillo y se puso a cantar:

“E a gente Canta…
E a gente dança…
E a gente nao se cansa…”

El hombre de corbata amarilla de tan verde la miraba. La miraba como queriéndole secuestrar parte de su estética en su mirada. Como queriéndole arrancar la lindura y arrojársela en el cuerpo, como harapos mugrientos, en una suerte de epopeya carnavalesca.
- Me gustan tus piernas. Son como raíces.
El hombre se sienta en el piso junto a la joven. El tren se detiene, estación Chabacano.
- A mí me gusta su corbata. De tan verde es amarilla ¿O debería ser…?
- No, no… Está bien. Es amarilla de tan verde.
- A eso mismo me refería… ¿Conocés a Madame Lamort?
- Sí, a ella.
Señalaron a la señora de Alejandro que volvió con su noviecita.
- Parece triste ¿Es usted feliz?
La señora volteó
- No, Ramiro, Alejandro…
- ¿Qué pasa con ése zártrapa?
Y se rió estrambóticamente, todo el tren volteó a verlo y se dispusieron a escuchar.
La joven volvió a entonar

“You re so beatifull… But you gotta die someday…
Al I want is a little loving… before you pass away…”

- Qué porquería, no puedo prender el cigarillo…
Dice el muchacho de melena ensortijada, con un galoises entre los dedos finos “qué porquería…” repite, mientras Madame Lamort llora.
- Lo copado es que hoy me entregan el título
Dice la chica de tapado celeste
- Me entregan el título y estarán allí todos. Anabella y Diego van a la ceremonia.
La joven la miraba y seguía entonando jazz… Oh, Jazz me blues…
La joven le sonrió a la chica de tapado celeste
- Sé exactamente lo que significa.
Y se miraron de manera cómplice.
Llegó la estación Gran Costumbre, todos se levantaron y corrieron apretándose los unos contra otros para poder salir. La joven se puso a llorar, no podía ser que hubiesen llegado tan rápido. Al bajar del tren volteó, y éste ya no estaba.
Pero entre la gente y la nada un hombre sentado se levantó al verla. Con ojo avizor la desvistió y la envolvió con las sábanas del saludo del amor perdido.
- “qué linda que sos mi cielo color dandelión surrealista decorado con estrellas que son y no son estrellas y donde los relojes se derriten y cuando chocan contra el piso hacen "¡plaj!" tal como si fuesen agua, y vos sos mi esencia, sos mi espejo transgresor capaz de ser transgredido, mi estrella roja, que nunca se apaga, mi amor encandescente, mi amor eterno, eterna culpable de mi única y más sincera felicidad”
Volando lejos o cerca, volando con él.
La joven sonrió.
- ¿Te tomaste el tren para llegar?
- No, el tren me tomó para llegar aquí.



….

N.

1 comentario:

Gabo Rossini dijo...

Yo quisiera ser ese hombre que dijo esas palabras a esa señorita que bajaba del tren. Y la cuestión es que nuestro tren pasó al mismo tiempo, subimos los dos, en la misma estación, pero uno le daba la espalda al otro y viceversa. Y dentro del coso-vagón éramos los únicos dos. Y nos miramos y sonreímos. Yo vi esos ojos profundos y tiernos. Vos viste un ser vacío de nada y lleno de algo que ni él mismo sabía bien qué cosa era.
Ambos avanzaron, se miraron, se analizaron, pero terminaron, como era de esperarse, uno es los brazos del otro. Se besaron, largo y tendido. Se volvieron a mirar...sonrieron. Se bajaron en la estación Norru Tina y caminaron juntos, de la mano, uno diciéndole al otro: Te amo.

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