“Niña, adolescente, los libros me salvaron de la desesperación; eso me ha persuadido de que la cultura es el más alto de los valores, y no logro considerar esta convicción con mirada crítica.”

jueves, 3 de septiembre de 2009

II



Te extraño.

Sí, en secreto y pulverizando el sentimiento en mis pulmones,
de forma tal que se humedece mi alma
y se forman grandes nubarrones de todos los colores

(todo el tiempo llueve adentro mío).

De pronto, estoy hecha tempestades.

Pero lo peor viene a la noche,
porque todo está tan calmo y el silencio incita a romperlo,
en ese momento me vuelvo un diluvio (cual fantasma insurrecto)

(siempre un fantasma insurrecto)

Y cada tanto, un susurro perdido

Y, si te extraño demás, nunca duele menos.
Y, si te extraño de menos, aún así duele más.
Aprendí a evocarte casi sin darme cuenta,
a dejarme traicionar por lo que queda de autonomía en mi conciencia

(conciencia que somatiza inviernos sin llegar).

Entonces me hallo, repentinamente,
agotándome en esquinas o mirando al cielo con melancolía,
hundiendo el cansancio en miles de tazas de café…
Porque te extraño con casi la misma estupidez con la que me niego a afirmarlo.

Pero, sin duda, prefiero esta llovizna

(y su secuencia interminable)

a la aridez
(sequedad que quiebra la piel)


del espíritu.

El alma que no llora, jamás será terreno para sembrar paraísos.
Y mi alma, niño, es el campo más fértil que puedas visitar.

No hay comentarios:

Archivo del blog

Buscar este blog