“Niña, adolescente, los libros me salvaron de la desesperación; eso me ha persuadido de que la cultura es el más alto de los valores, y no logro considerar esta convicción con mirada crítica.”

jueves, 29 de julio de 2010


Como una flor marchita... Así se sentía la joven aquél día. Una bellísima flor marchita, con toda las nostalgia y la poesía que implica ese dulce hostigamiento del ser.
Como una rosa disecada... De tintes rosados y amarillentos. Pétalos... el viento se los va arrancando, cuesta más llevarlos porque están secos. Están muertos, pero siguen siendo bellos.
Sentía ser una nube, una fuerza, una potencia, pero nada tangible. Todos sus deseos eran como llamas que ardían pero jamás generaban un verdadero fuego.
"¿Qué te pasa muñeca? eres tan hermosa..."
Elena lo miró y quiso creerlo... Sentada en la vereda de un barrio céntrico, notó que atardecía y seguía hundida en vagos pensamientos...
No llegaba a ningún lado. Estaba como estancada. Una enorme piedra en el camino detenía el caudal de su existencia. Su existencia parecía gravitar. Ya no era ella misma... Era lo que una vez fue, y lo que alguna vez podría, pero nada de eso era ella misma.
"¿Dónde estas, Elena? ¿En qué Luna te has perdido?"
Una llovizna detuvo el marco romántico de la tarde. Frenó aquella tarde indecisa entre la calidez y la frialdad. La tornó llena de nostalgia. La tornó llena de melancolía. Elena entendió que aquélla tarde era misteriosa, era enigmática, e indecisa.
"¿Por qué sonríes bonita?"
"Porque soy feliz, ahora...
"

29/11/08

N. (Vesper)




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