“Niña, adolescente, los libros me salvaron de la desesperación; eso me ha persuadido de que la cultura es el más alto de los valores, y no logro considerar esta convicción con mirada crítica.”

sábado, 24 de octubre de 2009

"El placer de la transgresión"



No tocó sus labios, ni una sola vez. Dejó que aquél la acariciara, que casi desprendiera lo último que quedaba de cordura atado a su piel. No dijo más, cerró los ojos, bella durmiente con virtudes solapadas a la hora de soñar. Dejó que su mano recorriera las góndolas de su cuerpo eximido de culpa, con secreta verguenza. "No hagas esto... No lo hagas". Pero el placer de la transgresión lo llevó a más. Lo llevó a recorrer sus piernas, a destruir los témpanos de su resistencia, de su fortaleza. No lo miró, no clavó sus ojos en los de aquél, no devolvió sus caricias, ni una sola vez. Se abandonó en aquellas ruinas, porque su alma siempre estuvo con él. Él, que la esperaba en casa, que la amaba y que vociferaba una a una las notas de su ser. Acaso él, y no aquél que quería desvestirla en ese momento. N jamás besaría a otro que no fuera él. Los besos, y no el sexo, son lo más sagrado del amor y el compendio más logrado de demostración de afecto. Las miradas, y no las caricias, son lo más importante en el lenguaje del cuerpo y el atavío más noble e íntimo entre los integrantes de un compromiso secular. Amar... un verbo, una acción. Ser amado y amar... Un Arte, una verdad. Una relación que se sabe real y verdadera está condicionada por la Libertad de cada cual. Y N era libre y feliz con él, aquél no era más que un viejo amigo para ella que ya no lo sería más. Porque la estaba aventurando en una traición, traición que no estaba dispuesta a cometer. N nunca fue conservadora, pero asumió su propio papel, la Libertad que ella escogió no implicaba tintes de infidelidad. La total entrega a un único ser amado le pareció la más hermosa y expresiva de las Artes barrocas y la vanguardia. Por eso no lo besó, por eso no lo tocó, por eso no lo miró, mientras aquél lo hacía... Porque sus besos y caricias y miradas no eran para el susodicho. Su cuerpo, su cuerpo de porcelana fría y débil, quedó allí (está bien, así fue) y por unos minutos fue de aquél. Pero su alma escapó de aquella vasija de alabastro, su alma que era fuerte y delicada e inmensamente suya, se quedó con él.

Y pensar que lo quería tanto, que le costaba tener que sacrificar otra amistad. N y sus aristas de expropiación. Los límites existen, para ser violentados la mayoría de las veces. Los límites son cambiantes, pero hay que cuidar de no perder la forma, porque en la forma está la esencia ¿O la esencia está en la acción de transgredir aquella sinuosidad?


Lucifernia, muerta estás
pero eres un fénix
y adoras resurgir
y amas violentar

perder y contribuir
a las victorias de la mar

porque si te buscabas en pretéritos
y ahora lo haces en espacios paralelos
en secretos y mentiras
liar con suspiros y exhalando superioridad

¡que adoración tienes, Lucifernia!
por la tempestad,
por los barrancos y los acantilados,
no te vayas a caer...
Porque caminas sobre líneas
difíciles de sostener






1 comentario:

La Maga dijo...

Y si no hay nada que es igual al pensamiento y no hay nada sin el pensamiento, o el pensamiento es sólo pensamiento o el pensamiento es todo.

¿Hay límite a transgredir fuera de ese todo?

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