“Niña, adolescente, los libros me salvaron de la desesperación; eso me ha persuadido de que la cultura es el más alto de los valores, y no logro considerar esta convicción con mirada crítica.”

lunes, 19 de julio de 2010

Para G






(Allí comenzó todo ¿No?)


“El teléfono no acerca, confirma las distancias. No se es dos como en una conversación puesto que no se ve. No se está solo como delante del papel, que permite hablarse hablándole al otro, buscar, encontrar la verdad.”

Simone de Beauvoir. –La Mujer Rota.



(Para G.)

Querido Sartre:


Aquí yo, desde lejos pero bien cerca, prendida de tu mano como niña que se exalta ante cualquier ruido en el desierto del silencio.

Vos y yo, hablando por teléfono hasta tan tarde, cuando ninguno de los dos pensaba que esa noche era para dormir. Y ¡heme aquí! escribiéndote una carta, extrañándote hasta el hartazgo, aún cuando acabamos de hablar. Aquí tú, distancia abierta pero corazón cerrado sobre el mío, no importa cuántos nombres, no importa cuántos pasajes de colectivo, no importa cuánto frío… Cual homenaje a los verdaderos Sartre y Simone.

Nuestra historia la escribimos en Argentina, por y para ella (¿Hay mujer más bella que la Nación erguida por la fuerza soberana de los habitantes que la sostienen?) siendo aún demasiado jóvenes para entender cómo funciona todo detrás del telón (Pero quién dijo que importa la fecha dada por el DNI, si los años los mide el alma, y si Benedetti me dijo que experiencia no es cuánto se ha vivido sino cuánto se ha reflexionado) pero sin escatimar en recursos propios e inventados para acercarnos a la verdad con la fuerza y ferocidad de la Revolución. Soñamos con la Revolución, no la utópica, sino con la nuestra. La verdadera, la que despierte mentes.

- Porque la Revolución es el hombre que nace y engendra sobre su ser la esperanza de un cambio, la interpretación de un nuevo signo, la unidad de la gente, el amor de los hombres. -

Aquí yo, y aquí tú. Un nosotros forjado desde lo más íntimo de nuestras existencias, desvividas por inaugurar la plenitud, la libertad, la in con men su ra bi li dad (esa palabra con la que me definís tanto, oh, Sartre, y ojala fuese así)

Desde que te conocí todo fue querer contarte cada cosa que pasa y pasó por mi mente, porque vos siempre fuiste ese espejo terrible y hermoso de lo que yo soy o puedo ser. Te veo y veo sueños, esperanzas, recuerdos, me veo a mí, a un yo unificado en las palabras que decís, las melodías que tocás en los pianos del conservatorio y en la intimidad de tu soledad (que es también la mía -y por qué no puedo estar ahí con vos- )

Niño (“¿Qué es un adulto sino un niño inflado por la edad?”) perdido y encontrado, sabio y de voz profunda, joven y de alma hermosa, me subo con vos a una aventura que no tiene fin. Niño mío y de nadie más, pase lo que pase y sea como sea. Vos y yo no somos de nadie, pero somos el uno del otro. Qué contradicción significa nuestra dicha (¿Y por qué el tiempo es verdugo de dos alma enamoradísimas de sí, de las otras, del Arte, de la Historia, de la Vida?).
Cómo explicarte que en la plaza de Morón te tenía sentado al lado y las palomas parecían estar a punto de chocarnos, y mientras vos me decías de tu vida, entre un chocolate y una mirada profunda decidí que eras parte (y arte) en la mía.

¿Y por qué necesitamos rótulos? No, nunca los necesitamos, nunca nos lo pedimos, lo nuestro es la absoluta libertad, y me encanta que así sea. Porque yo, con mi surrealismo y vos con tu existencialismo, y ambos esa especie de lógica únicamente nuestra que intenta descifrar al mundo desde la subjetividad interferidora que somos. Responsables y hacedores del camino, solos pero unidos, juntos y juntos siempre.

Lo que siento con y por vos surge de la suma de todo aquello que sentí por todos los hombres que pasaron por mi vida, quizás. O quizás no, quizás sea algo totalmente nuevo, totalmente destilado de entre todo el caos y el bullicio que es el paso de una mujer en este mundo cuando se deviene en tal y se decide para siempre niña, porque yo soy para siempre niña, porque yo soy ante todo : la mujer que protege a esa niña que fui y seré.

Por eso no se te puede encasillar, y es eso lo genial de vos, y es eso lo genial de mi y de nosotros. Lo genial de todo esto es tenerte conmigo, sentir que sos parte de mí. Y fijate cuánto nos adoramos y qué hermoso es, G.

Podés estar con otra mujer mañana, puedo yo estar en pareja, y sin embargo me niego a no vivirme a no vivirte en esta suerte de increíble sentimiento que no responde a nosotros, pero que no responde a ninguna clase, que es puro y existencial, que no tiene rumbo ni fin, sin prejuicios ni traiciones, libre y libre, libre libre libre libre. Qué bien suena decirlo, qué bien gritarlo, qué bien sentirlo. No se puede vivir agachando la cabeza al orden preestablecido. No está bien herir, pero no está bien herirse, cuando la chance que se busca es la de ser feliz, ningún código es indescifrable… Únicamente aquel que prohíbe al otro ser.

Nosotros no impedimos ser a nadie, nosotros somos, y somos como nunca desde que estamos juntos.
Te quiero tanto. Deseo tanto compartir todo mi tiempo pegada a vos, perdida bajo las sábanas del tiempo y que la única señal de que todavía seguimos aquí sea que anochece y hay que resguardarse del frío, de la familia, de los amigos, de todo menos de nosotros mismos. Porque somos libres, uno con el otro, y no hace falta cerrar los ojos – Gracias, G, esto es tuyo- para verte y que me veas (y sólo esta vez iré en opuesto a Cortazar)

¿Qué decirte de mí que ya no sepas? Y vos lo sabés mejor de lo que yo puedo saberlo. Intransigente, franca, intrépida, intacta. Muchas palabras con I, eso siento que soy (o que proyecto ser).

Y luego me voy a dormir, y pretendo soñarte para amanecer empapada de vos, llovida de esperanzas, hecha cenizas y volver a renacer.
N



1 comentario:

Isa dijo...

Qué agradable encontrarme con un nuevo post!

Mágico, como siempre.

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