“Niña, adolescente, los libros me salvaron de la desesperación; eso me ha persuadido de que la cultura es el más alto de los valores, y no logro considerar esta convicción con mirada crítica.”

sábado, 20 de diciembre de 2008

Matriz de los sueños

Te encontré en un sueño.
Sí, en uno de esos laberintos.
Generalmente me encuentro con algún ser particular entre aquellas esquinas silenciosas… pero nunca había hallado a alguien como tú. Una pieza fundamental en los arabescos de mi existencia.
Estabas escondido. Valla que tardaste en aparecer. Y también escondías algo. Pude decodificarlo en tus ojos, en tu manera de moverte, en lo que tardé en verte.
Todo puede delatarte, y aún así los secretos ser secretos. Tú eres en ti mismo un secreto, uno de esos bien escondidos, recónditos, y que hallé entre mis sueños.
Será que mis recuerdos te llamaron, proclamaron tu esencia, porque desde aquél entonces estás en mi cabeza. De nuevo, el destino denunció tu paradero. Verás…Es un baúl la conciencia. Es un gran sótano la memoria. Donde duermen o reviven los hechos pasados, donde podemos esbozar los futuros. Cuidado, no te pierdas, no borres las huellas que te guían hasta a ti mismo. A veces hay cosas que han quedado fuera del alcance de la luz, y se pierden, o se escurren, en lo que llaman olvido. Y pensé que allí te había perdido, pero una vez más te apareciste. Te persiguen mis delirios, te persigue una intransigente culpa, por eso te estabas escondiendo el día que te encontré. Pero en mis sueños, estás seguro. Así que quédate tranquilo. Aunque cada tanto debamos estar huyendo, porque hasta ellos me traicionan, cuando se debaten los pensamientos. Pero eso ya no puedo decidirlo. Bueno… será hasta que decidas irte. Cuando debas irte, será extraño. Aunque no te sentiré perdido. Será un hasta siempre. Hasta que el silencio te quiebre.
Porque te tendrás que ir, alguna vez. Sí, lo sé. La eternidad no es para ti, la inmortalidad es aburrida. Todo se torna monótono, sino existe latente el peligro de la desaparición.
Imagino tu despedida…
Ese día, esa noche, en ese sueño en el que te encontré, estaba caminando por un estrecho pasillo del laberinto (mientras esquivaba las acusaciones de los fantasmas viejos, los que surgían de los mohosos retratos nobles que decoraban aquella pared) que lucía especialmente espectral y divertido para mí en ese momento. En una esquina observé una figura ensombrecida, rodeada de un aura distinta a la de los seres ya conocidos. Eras un extraño fácil de reconocer. Eras nuevo, lo supe enseguida, pero había sentido lo que sentí al contemplarte, lo había experimentado antes. Me acerqué intrigada, y me asombró ver en tu rostro rasgos que conocía.
Ahora puedo entenderlo… Te pareces a mi padre, la misma mirada clara, el mismo semblante. Y tuve ganas de sonreírte, pero tú me miraste alarmado. Vestías un traje oscuro, y ocultabas entre tus brazos a una niña. Pero la niña estaba dormida, y tú la dejaste en aquella esquina ensombrecida, y me pediste que huyéramos de allí.
Después de aquella vez, huimos hacia muchos lugares. Encontramos millones de sitios maravillosos donde habitar, al menos por segundos.
Te preguntaba por la niña, y al hacerlo, había lágrimas en tus ojos. Me decías que no hacían falta explicaciones, que no podía decirme más. A la larga dejé de preguntar porque noté que te hacía mal, y cada vez que me respondías con una evasiva sentía un vacío sordo en mí.
Un día quise quedarme a vivir contigo en el bosque de las luciérnagas, pero me convenciste de que sería demasiado peligroso, de que yo no pertenecía a ese mundo. Pero tú tampoco, supongo, aunque son sólo suposiciones. Yo no necesitaba huir, como tú, pero quería hacerlo.
Cuando despertaba, estaba segura de no querer otra cosa que volver a dormirme. Que volver a soñarte, a encontrarte. Y una vez, ya no volví a despertar. Creí que estarías feliz, pero lucías muy triste al ver que jamás me iba. De hecho, te enojaste conmigo. Me dijiste que no eligiera ese camino. Que viviera, que hiciera real otros sueños. Yo quería hacerte real a ti, sólo a ti, y no podía.
“yo estaré donde tú estés”
Me dijiste esas palabras y desperté…
Desde entonces tengo insomnio. Este estúpido noctambulismo no me deja ser… libre. Me hace esclava de la nada. Quiero volver a soñarte.
Sé cuál es tu intención, tú eres el culpable de este no poder dormir. Quieres que no sueñe, quieres que me olvide del plan de quedarme allí, en aquél bosque contigo. Tanto te rehúsas, tanto temes, que si consigo dormir ya no sueño.
Me siento triste, sin embargo, siempre encontraré la forma de volver a ti.
Me han contado, uno de eso ángeles que deambula por el laberinto, que has vuelto por la niña y te las has llevado a otro sitio. Quieres cuidarla, quieres salvarla, ¿verdad?
Quisiera soñar, que esta vez, no voy a perderte.
“yo estaré donde tú estés”
Si no estoy más en mi laberinto… dónde estoy ahora ¿qué es este lugar? Está lleno de personas que no conozco, está lleno de recuerdos que no son míos y de anhelos que no persigo. Este mundo… es el sueño de otro.

No hay comentarios:

Buscar este blog