“Niña, adolescente, los libros me salvaron de la desesperación; eso me ha persuadido de que la cultura es el más alto de los valores, y no logro considerar esta convicción con mirada crítica.”

sábado, 29 de agosto de 2009

Oh, Darling… Casi Werther en su más hondo capullo de tristeza barroca. Asqueada de la nada misma, besuqueando a fantasmitas de ilusiones rotas. Filosos pedazos del caparazón de los dioses que renunciaron a su fascinación. Suspendida en una última nota de esperanza y sonriendo con fatalidad, con ese ilustrado ademán sardónico. Qué linda noche para morir…
¿Qué sentido tenía seguir allí…?
Qué linda noche para morir, pensó y se sonrió porque aquélla era el retrato de la culpa compungida. Un ensayo sobre una muerte, un ensayo sobre el suicidio. La mejor forma de agonizar es seguir con vida, la muerte es honesta, la muerte es limpia. La vida, en cambio, se ríe y festeja el dolor como quien pincha repetitivamente su dedo en espinas infectadas. Enfermiza… se sentía enfermiza. Pero había algo en todo eso que le impedía partir… ¿Instinto? ¿Proyectos? ¿Personas? ¿Argumentos?
Los cronopios de siempre. Y siempre igual de sola.

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