“Niña, adolescente, los libros me salvaron de la desesperación; eso me ha persuadido de que la cultura es el más alto de los valores, y no logro considerar esta convicción con mirada crítica.”

domingo, 19 de septiembre de 2010

A ti, que estás leyendo, que de pronto te prendiste de mis letras como un niño buscando desentrañar un misterio. A vos, a vos te hablo, corazón. De pronto esto de escribirte se tornó en la razón para escupir mis verdades en una hoja.
Supe que te amaba cuando de pronto me pregunté qué ocurriría si te murieras. Fue tal el dolor que comprendí que no podía más que amarte con todo mi ser si era capaz de sentirtal ahogo, tal dolor. Te preguntarás, casi con ironía, si entonces el primer sentimiento que me enraizó a vos fue el dolor... Te diré que no, que el primero fue el enigma, eso de verte y sentir que teníamos mucho por hablar.
No sé si entonces llegaste a mi vida muchísimo antes de que te conociera. Tal vez estabas en uno de esos dandeliones, tal vez estuviste al momento en que dije "cómo me gustaría compartir esto con alguien". Alguien. Rodeada de gente y no había conocido a Alguien. Rayuela. Cada frase de Rayuela me llevaba al susodicho y sin embargo... Nada. La Nada misma, el abismo, el miedo, el dolor. Del caos se destila un orden y el orden es casi un caos para el alma libre. No me gusta encorsetarme, pero también tengo la necesidad de un sostén. Alguien. Carajo, dónde está eso, me preguntaba.
Allí. Kilómetros más lejos, pero bien cerca del tren. Habré pasado tantas veces por Martin Coronado, por Tropezón, nunca me bajé por ahí.

Pero, corazón, acá estás.
Conmigo.

Te extraño, G.


N.

1 comentario:

Claudio Ariño dijo...

La muerte de nuestro ser amado ¿No es también morir un poco? Y ese dolor que es sentir la lejanía ¿No es sentir la muerte en nuestra vida?
Me encantó lo tuyo.
Un beso.

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