“Niña, adolescente, los libros me salvaron de la desesperación; eso me ha persuadido de que la cultura es el más alto de los valores, y no logro considerar esta convicción con mirada crítica.”

jueves, 23 de julio de 2009

Carta al destino

He lanzado al viento las viejas promesas y los sueños incumplidos, ya no me das miedo...
llévatelo todo, que quede conmigo lo que tenga que quedar... lo que realmente vale la pena.
Eso sí, siempre hay trampas, a saber... los acertijos y los recuerdos, que de pronto ( y no tan de pronto) remontan. Son como barriletes en medio de la tormenta, como refusilos que antelan la tempestad...
Me limitaré a no quedar enredada en el tiempo, a seguirte el paso lo más que pueda. Pero siempre cuesta partir, y más cuesta esperar. Entonces queda perseguirte, lo hace más real.
Lo gracioso de tí, es no saber qué me deparas, y hasta qué punto me conoces...
Me has jugado tantas malas pasadas, pero la mayoría de las veces me entiendes... Viendo y considerando que no soy fácil de entender, te preguntaría por qué siempre tantos enigmas... Pero sé tu respuesta. Porque solamente entregas lo que te piden. De qué otra forma funcionaría el mundo...
Bienvenidas y despedidas, ternura y frialdad... De qué lado estás, destino. De qué lado me dejas a mí.
Te escribo en servilletas de los cafés, con las cenizas de cigarrillos, con las burbujas del acohol, con privilegios y prefijos, te escribo cuando no estoy escribiendo, sino cuando derrocho el tiempo en mí o en alguien más, cuando no queda más que decir...
Cuando recuerdo que de pequeña suspiraba el porvenir...
Yo creo que conozco a alguien que tiene tu nombre, y lo he buscado en las páginas de la historia. Ahí estás, creo yo. Ahí estaré, alguna vez...
Lanzo esta carta sin fecha ni remitente, porque sé bien a dónde va...
La contestación sé donde buscarla, sé donde obtenerla, sé por donde llegará...

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